Luciana Hidrobo

OBITUARIO

ANGEL EXILIADO QUE HAS RENUNCIADO AL CIELO, Y
EN SEDIENTO VERTIGO HAS DEVORADO TU NUBE DE FUEGO
TUS OJOS, INQUILINOS EN LOS PASILLOS DE LA LOCURA
SE HAN VACIADO DE ESTRELLAS EN SILENCIO...
LA SULTIL ALMA DE TUS OBJETOS CREADOS, VIBRA HOY
EN SU INVOLUNTARIO LETARGO.
HOY DE VUELTA AL CAPULLO
TE NACERAN OCHO PARES DE ALAS.
DE REGRESO A LA TIERRA, CON TIERNA IRONIA
Y GENEROSO CORAZON...
TU, LA REINA ABEJA, EN LA CASA DOCE NOS CONFORTAS
DESPUES DE HABER QUEMADO TODOS TUS BARCOS
ENTRE LAS ROSAS
SOLO AIRE LUZ. DESPOJADA YA DE TODA SOMBRA



EPISTOLA FINAL

Tantos aeropuertos sin correo, tanto tiempo sin volar!!, sin embargo siempre disfrutando enormemente de los minutos en que podemos vernos y charlar, comer, salir corriendo y de nuevo el más allá

Te escribo hoy desde ese lugar que voy reconociendo como el sitio que me corresponde en este tiempo, desde mi mirada y el silencio, desde el precipicio de mis lágrimas, desde un horizonte negro. Se acerca la Navidad y cómo vuela la vida, cómo huyen las manijas pisando nuestras huellas!. Me ocupa el corazón, la cárcel de mis huesos y que poco a poco voy sintiendo que piso el umbral de los “no sueños”.

Qué triste dirás que soy o que estoy y yo te contestaré… que lo suficiente. No logro entender con mi alma tantas pérdidas, tan variadas y profusas, tan sin tregua cada una, no llego a comprender la última y ya se acerca otra! y es que simplemente ya no puedo asir en mi corazón a mis afectos y se marchan de él a toda carrera y sin mirar atrás, sin darse cuenta me dejan y abandonan sin mirar que es a mí a quien arrojan al camino, a los pies de la tiniebla más súbita y feroz.

Solo puedo ya contener la levedad del aire, el que puedo respirar acompañado de este inmenso desamor, desnuda como una cebolla voy perdiendo mis vestidos y veo con pena enorme como el corazón se me ha partido y me miro desde adentro con los ojos del dolor.

Te pintaré una tarde bella y te la mandaré por el Tomebamba, para que sentada en cualquier patio reconozcas que es mi nave. Te enviaré el brillo de ésta, mi última mirada, a este rincón oscuro que es mi cuerpo, lameré las heridas que me he hecho y espero sanar para salir de este silencio, pisar el sol y entregarme al viento.

Todo amor, toda flor y toda herida, se lleva en esta vida sobre el pecho, como condecoración por tanto muerto, pétalos abandonados de flores impares y redondas, ríos invisibles de lágrimas heladas, que solo nos permiten saborear los dulces granos de las arenas tan amargas, ve ligera y besa el mar, ese el del Sur que tanto amo.


Adolfo Macias


UN PSICOLOGO EN EL CIELO

            Jaime Hinojosa se hallaba en un bar cercano a la Universidad cuando vio cómo su mano se movía y oscilaba en el aire, derramando el café caliente sobre su pantalón. Como si perteneciese a otra persona, su brazo flotaba allí, frente a su mirada atónita y la del mesero, quien ponía en ese momento un platito con mantequilla sobre la mesa. Jaime trató de calmarlo con una sonrisa y explicarle algo, pero su lengua permaneció quieta, como un peso muerto, dentro de su boca. Suavemente se deslizó hacia abajo, arrastrando el mantel y la taza en su caída, hasta quedar tendido en el piso. Una señorita se acercó y lo miró con nerviosismo mientras se limpiaba las manos en el delantal, casi a punto de llorar o de chillar. La cabeza de Jaime se ladeó y se quedó ante uno de los zapatos viejos, de charol rojo, de la mujer, cuyo tobillo estaba mal ceñido por las medias blancas de nylon que llevaban las empleadas del local.
            Casi inmediatamente, y a pesar de su escepticismo en materia de religión, Jaime se encontró cara a cara frente a Dios, quien lo recibió bajo la forma de un viejo profesor, con barbas grises y olor a colonia, dientes amarillentos y camisa violeta. Como si le faltara tiempo o estuviese algo nervioso, el Sujeto tamborileaba con los dedos sobre una libreta de anotaciones. ¿Se trataba de un examen o una especie de entrevista de trabajo? Cuando soñamos, aceptamos sin dudar la realidad de nuestros delirios, cosa que sucede con los muertos, que prosiguen su vida ordinariamente, sin darse cuenta a veces de lo que les ha sucedido. Por esta ley –que podríamos llamar ley de verosimilitud de la experiencia–, Jaime tomó asiento frente al Viejo y aceptó la situación sin vacilaciones. Siempre imaginó que Dios sería una especie de energía impersonal, jamás un individuo con identidad precisa o un sujeto mal afeitado. Pensó que se parecía ligeramente a Freud y este pensamiento hizo sonreír al Viejo.
            Así que este es mi juicio final, pensó Jaime ante la mirada de complicidad de su creador. ¿Y puedes decirme de qué me vas a juzgar? Como psicoanalista he trabajado toda mi vida con gente que es infeliz y he hecho infeliz a otros, sin proponérmelo. La culpa, como bien sabes, no conduce a la purificación, sino al vicio de la auto-conmiseración. En mi trabajo he liberado a la gente de sus remordimientos, enseñándoles a aceptarse a sí mismos, tal como los creaste.
            Jaime miró a su alrededor y vio que Dios había dispuesto de un entorno más o menos académico en su despacho, una especie de escenografía teatral, donde se podía contemplar un diván y un jarrón con flores, una mesa tapizada con cuero y varias mujeres de túnica, con cirios encendidos sobre sus cabezas. Un perro negro, de pelo sedoso y aspecto imponente, dormía a los pies del Señor, ahuyentando una mosca con el rabo.
            —Hay que reconocer que has observado bien mi vida, prosiguió el psicoanalista. Ese es mi perro Febo, que murió en mi departamento de la calle Andalucía, en el noventa y siete. Ese es el diván del profesor Gallaghan, mi director de tesis, y esas mujeres con cirios fueron mis primas Clara y Flora Hinojosa, de las que me enamoré alguna vez, antes de mi viaje a los Estados Unidos. De nada de esto me arrepiento. Si algo puedes echarme en cara sería que dejé a mi madre en el asilo, hace diez años, pero ¿debía rechazar mi cátedra de Hermenéutica y Psicoanálisis en Boston, para estar al lado de una mujer (con el debido respeto) que había perdido todo vínculo con la realidad?
            Jaime miró los ojos del Sujeto y vio que, mientras tanto, su aspecto había cambiado y resultaba más delgado, más anguloso y triste que antes, como un pobre diablo, pensó Jaime algo irritado, como un tipo que se cree elegante y tiene algo de chulo. Instantáneamente borró estas ideas de su mente y las rechazó como un reflejo de su inseguridad. Seguramente esos pensamientos eran en ese mismo momento detectados por su Juez. ¿Pero se trataba, en efecto, de un juez? Notó que se estaba  poniendo nervioso. Alrededor, la decoración parecía ahora menos la de un consultorio que la de un café teatro, con dos hileras de sillas a sus espaldas, dispuestas como si en ocasiones un público viniera a los interrogatorios. Jaime las observó de reojo y regresó al diálogo.
            —No es eso, mi doctor —dijo Dios—. No pienso acusarlo por esas pequeñeces al fin y al cabo humanas, como la de su madre o la de esa estudiante, a la que dejó embarazada y olvidó con el paso de los años. Son tonterías, insignificancias de esas que parten el alma, pero en fin… —el Hombre de la Silla encendió un rubio y lo observó melancólicamente, para comprobar si ardía como es debido, dio dos chupadas ineficaces y lo apagó en un cenicero colocado sobre una mesita lateral, lamentando su manufactura. Levantó la vista y lo miró con tranquilidad. Prosiguió:
            —Si puedo juzgarlo por algo, mi doctor, es por complacerse en violaciones que luego negó frente a sí mismo y su conciencia; por esas piscinas con cadáveres, que flotaban bajo el influjo de la luna; en fin, por esa madrugada fría en que hundió un cuchillo en la carne de su progenitor, antes de darse cuenta de que su señor padre tenía órganos femeninos. Y todavía usted fue lejos, más lejos que todo esto, y se solazó en variados escenarios apocalípticos y fines privados de la humanidad, con explosiones solares, causando la muerte de millones, billones de personas.
            Jaime pestañeó confundido.
            —Eso es imposible —reclamó—. Seguramente se trata de una equivocación porque nada de eso ha sucedido. Mi vida ha sido, antes bien, normal y tal vez hasta corriente, acomodada. No tengo el empaque ni las agallas de un criminal o un genocida.
            A los pies del Hombre, el mastín levantó la cabeza y ladró hacia la mosca que se posaba sobre su hocico, con un gruñido amenazante que obligó a Jaime a retraerse, al intuir la fuerza extraordinaria que emanaba del animal.
            —¿Me va a decir, entonces, que no recuerda aquella ocasión en que blasfemó de Mí durante el coito habido con un mono que lo ilustraba en las artes mágicas, dentro de aquel departamento de Boston donde solía emborracharse?
            Confusamente, volvieron a la memoria del psicoanalista esas imágenes y recordó: se trataba de un sueño, un sueño particularmente intenso que le había servido para autoanalizarse en la época de su divorcio.
            —Usted se confunde —rechazó—. Ha estado mencionando, ahora me doy cuenta, cosas que soñé, pero eso nunca sucedió en la realidad.
            Con un aire de dignidad ofendida, observó a su interlocutor que, mientras tanto, iba despojándose de su aspecto de chulo y parecía más alto, más cansado, más noble y sensible que antes, dotado de un aura de belleza y dolor estremecedores.
            —¿Porqué no? —dijo Dios—. ¿Porqué iba yo a juzgarle por sus actos conscientes, casi siempre forzados por la mediocridad o la aceptación del mundo inobjetable? Por favor, doctor: al parecer ha olvidado que usted es el único autor de esos sueños estúpidos y criminales.
            Alarmado, el psicoanalista recapacitó en su situación. Una corona de luz nimbó a la imagen de su Adversario y lo atemorizó. La silla era ahora un trono formado por criaturas aladas, que se acoplaban hasta formar una bestia fabulosa. El consultorio había desaparecido y todo era una infinita oscuridad que presentía llena de criaturas invisibles y portentosas.
            —Yo debo ser juzgado por mis obras. Nadie es responsable de lo que sueña —se quejó Jaime, sintiéndose perdido.
            Dios lo contempló en silencio, dejando que la inseguridad del psicoanalista creciera con sus dudas. Jaime Hinojosa se dejó llevar por la desesperación.
            —Si los hombres fueran juzgados por los pecados cometidos durante el sueño, nadie sería salvo. ¡San Agustín lo dijo!
            —San Agustín decía muchas cosas —replicó Dios.
Su rostro era ahora soberbio y abierto en haces de luz y formas geométricas que lo surcaban en todas direcciones. Era una esfinge formada por seres monstruosos, atravesados en diferentes dimensiones, que gobernaban los secretos del Universo. En el fondo se escuchaba el tronar de olas, gemidos, ráfagas confusas. Jaime supo que su miedo, en ese momento, estaba creando aquel infierno y trató de persignarse, pero su agnosticismo profundo, marcado por la vergüenza de verse sorprendido en un gesto hipócrita, lo contuvo de realizar tal gesto. No había nada más que decir. Un rayo oscuro nubló entonces la visión del psicoanalista, quien se precipitó como un ángel caído hacia las regiones inferiores, donde los gritos de agonía y de lascivia, el rechinar de dientes y la risa atormentada de los que medran en el Averno suenan interminablemente.

Zentella


LOBO

Ni en la luna
ni en la nieve
te encuentro
solo la huella de tus patas.

El cristal cuarzo
ensarta el eco
en hilo de oro
donde se desliza
la agonía
tu lamento
lobo.

Besarte quiero
acariciar  brillante
tu pelambre
lobo hermoso solitario.

La tibia luna me refleja
la fronda
y la hoja
en mis mejillas
dibuja.

Y el agua cristalina
abre su lecho
allí lobo
yaces
en platas
y mármoles dormido.

Hermoso y sereno
ondula la pelambre
al agua en el rayo
de la luna
estiro mi manita
al pecho
tu corazón dormido
inclinado
mi rizo
a tu oído
yo te gimo
llévame contigo
hermano lobo.

Con mi pie
sigo la huella
de tu pata.



CUARTO OSCURO

Perfecto huevo de ónix
sin rendija
ausencia de
las formas exteriores
rutilantes y esplendorosas
que nos anuncian
que la verdad
se ha ido
y que el diseño exquisito es vacío.
En ti cuarto oscuro
quiero revelar
con mis ojos
la transparencia
de tus velos
y la verdad oculta
que da pie al filósofo
en camino de verdad
y condumio de los dioses.

Muerte
muerta horrible
vida en la vida
asesino el asesino
santo el santo
callado el sabio
generosa el alma pura.

La verdad profunda
en la mina de sal
donde habita el poeta
nos agarra con sus dedos
y destroza el corazón.

La conciencia
recipiente de intuición y arte
hace la digestión
acecha el instante
hecha a volar
con la garra de la creación
en su pico de águila
y escupe zafir.
En el negro transparente
de la noche
donde todo es verdad
y lo apofántico no distrae con sus bellas formas y colores
acechamos
el corazón
la esencia
donde nace la entelequia
que sostiene la verdad
y nada se oculta
molécula a molécula.

Tú sol eres un embaucador.



ORFEO

Oscuro satén brillante tu piel.
inclinado a la pequeña cítara
de tu lengua salen ininteligibles frases
melodías con olor a vid.

Orfeo ¿serás siempre el viudo casto?

¿El guerrero del conjuro?

Tu perfil se pierde en el atrio
las vides las olivas
ruedan entre las patas de las cabras.



PUERTA AL MAR
dedicado a Simon Dario Espinosa cC.

Amor profundo
del alma en las tinieblas
camino sola
dolida
arrastrando mi manto
y la corona desgranada  entre mis manos.....

Atizbas la
caverna
de mi pecho
inundada
de poesia y dolor.
Tu espada de caballero
corta la roca
sin un sonido
abres  mi puerta
al mar.

Extiendo mis brazos
cruzo a nado
el agua fresca.
Es otro momento
de mi vida.
Nazco a otro instante
 en las aguas
del olvido
un renacer sin peso.
Floto
mientras tu
en otras playas
arribas con mi poesia
y en la biblioteca
la haces grabar
en laminas de piedra.

Rey antiguo
Mago Merlin
cubriste mi espalda
con capa de estrellas
y en mis brazos el sol.
y yo que me crei muerta.!
Soy una alondra que vuela  por la  gracia de tu voz de Rey.



“!!OYE¨:-TU,..-SI TU-OYE !!!!!!!!!!!!!!...................HERMANO
NUMERO UNO

OYE TU HERMANO,

!SAL DE ALLI !
DEBAJO DE
LAS PATAS
EL SOFA.

QUITA
LOS PELOS
DE TU S OJOS.

MIRAME
AVIENTA
LA DROGA
DE LA VENTANA
AL PRECIPICIO.

OYE TU
MI HERMANO
¡!MUSICO
DE MI CORAZON!!

ES MALHER
QUE NOS LLAMA
SECRETAMENTE
YA SE MUERE
Y SU CORAZON
NOS GRITA
OYE TU!!
SAL DE AAAAAAAAAAALLLI!
…..ES MALHER
CON LA QUINTA!!!!!!!!

ABRAZAME ASI
SOMOS
LOS HERMANOS
MITOLOGICOS
EN ALGUN
ANILLO
ESTAMOS,
ACUNADOS
EN NEBLINA
ESCUCHAMOS
NO HAY VENTANA
NI MONTAÑA…..
….EL AGUA
DENSA
AL VIDRIO
CUAJADA
ACOMPAÑA
NUESTROS
QUEDOS PASOS
Y EL POEMA
QUE  MUSITAS
SALOME
DE MALLARME
O ES LAOTREMONT?

CADA UNO
EN SU VENTANA
RETOMA
 SU LLANTO
NUESTROS CORAZONES……
¡!LACRIMOSA!!!!...
SI…!!!!
EL OTRO
HERMANO
AMADEUS
CREO QUE NOS LLAMA,HE?’????
…OISTE……OISTE???

LUPE…..
SI…..
OI…
…..EN LA VENTANA….
VES ??
VEN ALLI !!
EL DEL MANTO
HACE SEÑAS
CON SU MANO
POR SUS
OJILLOS
ES
VERDI
CON SU REQUIEM…
LUPE HERMANA
EN LA NIEBLA
VAMOS….
DAME LA MANO
HERMANITA
CRUCEMOS LA MONTAÑA.

¡!!QUE SALGA EL SOL!!!
¡!!SOL VEN!!!
¡!!PRONTO SOL
A MI
A EL
QUE ES
LA MUSICA
ALUMBRA
SUS HOMBROS
YO CON MIS MANOS
TOMARE SU CARA
LO ENFRENTARE A TI
SOL.

¡!!!OYE MUCHACHO!!!
¡!SI TU:EL DE LAS
GUITARRAS
EL QUE ME RAGALA
LIBROS
DE POESIA
CON EL QUE RECITO
QUEDO
A LA MADRUGADA
LOS POEMAS
QUE EL MUNDO NUNCA CONOSERA!!!

TREPATE A LA MOTO!!!
¡!YA!!!
---QUE NO ME VES---
ENCEDI EL MOTOR
Y TRUENA……
MUCHACHO
MI MEJOR AMIGO
AVIENTA LA DROGA
A UN LADO
SAL DE LAS PATAS
DEL SOFA
YA SALIO EL SOL

HERMANA
HERMANA
MIRA EL SOL!!
UN PAJARO ALETEA!!
VIENE A MI
MIRA!!!MIRA!!!
DEJA EL ARBOL
PAJARO
MONTA MI HOMBRO
YO MONTO
LA MOTO
LOS DOS
PARTAMOS
VOLANTE
LOCAMENTE
MAGNIFICO
ES ELLA,
YA VERAS
YA VERAS.

LAS NUBES
LOS BUQUES
MIRA EL LAGO
HERMANITA
COMO BRILLA
LUZ DE LA MAÑANA:
LUPE:
TU PELO ESTA MORADO
Y TUS MEJILLAS
VERDES DE MANZANA
SI ATRAVEZAMOS
LA VENTANA
TE COMPRARE
UNA CAPITA DE ORO



YO, LA HIJA DE LA REINA

Yo
la hija
de la reina
viuda
casada
en segundas nupcias
con el rey
perfecto
mi padre.

Mi madre
temeraria
como aquella viuda de Padilla
allá en Castilla
reina de Los Comuneros

Y mi madre
la reina
en la Gran Plaza
viuda del gran rey
Mocteczuma Atlixcatzin
y yo
la pequeña Xuchitl
en el lago
entre los tules
con las Garzas…..

Y mi padre el rey
en el Calmecac
con espinas en sus testículos
al sol
meditando profundamente.

Y yo danzando
con mis plumajes
y mis caracoles
en el Gran Teocali.

Mi madre
Leona de Castilla
prima de La Loba
y amiga de las Escalmodes
encima de la roca
otea el horizonte
no sea que el maldito
Monforte o el maldito Cortez
se nos alleguen
y su regia capa
y los plumajes
al viento…

Y mi padre
el de sandalias de oro y venado
cargando
con sus ojos
el sol
levanta.

Y yo río
plumita preciosa
plumita de quetzal
turquesa cuelga mi nariz
y mis párpados
negros y amarillos.
con mi cohorte de armadillos
recorro Aquitania
y meriendo en Carcasone
para esperar
a mi novio Enrique
con el que estrenare
el divorcio
y las cohortes de Amor
yo la niña Leonora
futura Reina de Aquitania
me deslizo entre coyotes
cocodrilos y mi amigo el puma
hasta Tenochtitlan
mi reino
mi hogar
y mis padres en el gran ritual
de marzo
Tescatlipoca
espejo humeante
escogeré consorte
humean veinte mil cadáveres
sacrificados.

La toma de Jerusalén
fue peor
Anna Comenna
en la carta que recibí
hoy en la mañana
me lo comunica.



DAVID DE CRIPTONITA 13

El David de criptonita
deambula por los oscuros corredores
de Micenas.

Exactamente
a las fauces del Minotauro
corre con los brazos
extendidos en la oscuridad.

En su nariz
la sal del mar
y sus pies de neón
verdes de algas.

Tentalea

Laberinto denso
como Edipo sin Electra
allá en Colono.

El mugido
el olor
lo guían.

Ansía
lengüetazo de muerte.
y corona de estrellas.

El manto denso
le rechinan sus dientes.

Una sonrisa leve
la comisura de sus labios invisibles
recuerda el olor de su cuna
en el palacio
junto a su madre.

¿Era Breccica?
¿Génova?
¿el Peloponeso?
¿Creta?

¿O talvez...sí
las Helespónticas riveras
donde sus regios antepasados
esperan?

¿O es Andrea Doria
en la Quinta Avenida
yendo hacia Times Square
con su Capa de Neón
aquélla que le regalo
la noche del asesinato
allá en Lepanto?

¡No!
es mi llanto de criptonita
por tu vientre blanco
Nenúfar almohada mi mejilla
Tu vientre
Nérida mía
la ola me arrebató

Y yo clavé
la daga en la espuma del mar
y el Duxe se enojó.

Porque
el relincho de mi padre
me arrebató mis ojos de niño
allá en Corintio
cuando íbamos
en el barquito.

Minotauro ciego
por mis intestinos de Neón
resopla
muge
y de un chasquido
se lanza al mar.

Y yo solo
tirado en la playa
bebo el vino
del Coloso de Marusi
mis neones titilan
pensando en ti.

¿Es un sueño?
¿Estoy muerto?
¿O esto es vivir
aquí en esta isla?

Y floto
y floto
en el vacío perfecto de la ola.