Caballo de aquel samurai

 
 
 
PRELUDIOS DEL VIENTO
(Del Libro de los Preludios)

Por la avenida de los volcanes se desliza un hombre, casi invisible, fundiéndose con el paisaje. Cuando cruza las nieves su aliento emana escarcha, cuando ingresa en la selva su cabellera es una verde desenredadera y su boca un canto de pájaros niños. Cuando bracea en las aguas, su cuerpo se torna brizna constante que las agita. Viene bajando desde una mina de Potosí, alumbrando el oscuro desde su pecho con un taco de dinamita. Viaja rumbo al muro mejicano, resuelto a volarlo en una noche silenciosa, a la que en lugar de estrellas iluminan velas.

Ya en la mañana serena, con cierto sabor a pólvora el rocío, las manos de tres indias de Sonora, siembran floripondios por toda la ruta del muro disuelto, regándolos con las aguas del río Bravo, que para nosotros fue río Triste…de tanta vida acribillada en su lecho.
 
 
 

Viver



EL AGUIJON


Tengo a dios como un cien pies
derribándome vertebra por vertebra
Entre ráfagas de un polvo soñado
por el tiempo que dura la noche

Una apretada telaraña se teje a mí alrededor
a mi costado la deidad viscosa se acuesta
y me cede su casa vacía
...

los ángeles que regresan
me desabrochan
cuelgan sus piojosas alas en el ropero
no pueden con tanto tedio
ni yo con el mío

la rosa en picada se descama
me atrapa el murmullo de los que marchan
¿Dónde bailan los muertos José?
este sabor a humo
y la música abandonada
¿Sera porque este recién nacido huele a membrillo?