Jetzy Reyes Castro


  
  1. he sido otra vez ceniza negreando huesos
en la pared mis dones embalsamados
llevo mis piernas en una carretilla
cortinas de sangre para malabarear
desnuda sin ventanas

corrientes en mi pulso los rostros
deshojándome marchita dentro de las cosas
giro sin eje hasta perder el cuerpo
del vacío memoria desvalida

he sido otra vez ceniza negreando huesos

   2. una gota de Café cae sobre mi pezón
que muerde en su atardecer de infante desamado

Es triste saber que toca las pestañas de mis Personajes nunca las mías
y que descarta automáticamente el mohín de las sábanas
los iniciales desgarres en el tallo de Las Lunas

en un rictus lo dejo y sigo lavando los platos
el chorro de Agua cae sobre la loza
y mis lágrimas tapan los altos decibeles de La Radio
miro en el lavaplatos su camiseta blanca
y  La Familia en Navidad  desplaza el encantamiento
de los transeúntes de la acera de enfrente
que de cuando en cuando se pasan a la mía
.
se que fui dolor en su fondo más azul

  3. bipolar
sucumbir a siete encantos ?

isla de todo loco ceniza para ningún árbol
escapan de la regadera sonidos guturales
dedos de arpista tocan mi hipotálamo

me pones trajes negros me descalzas
fría mi cabeza se arrincona a tu costado

para entonces he desaparecido

   4. léxico lunar
astros
y de tinta vellosidades eléctricas

mugidos de Cornos
vendavales agridulces desde el vórtice lunar

respiros entrecortados muerden toda fibra
desciframos su Árbol en Lenguaje de tallos

en El Silencio parpadea el núcleo gutural
que desciende hasta el círculo nono
y en Un Gesto de uñas pelos y salientes
peinar despeinar

en los bordes No hay roce caricia ni golpe

congela muñones amados suaves quejidos
Ballet de filamentos

así derrama su arena La Voz

   5. cuando tus dedos pasean por mis vestíbulos
ya hemos cruzado todas las infra realidades y llegado al Volcán

inútiles construcciones y husos horarios
La Nada se recuesta en nuestro ombligo
e interminables capas de pavimento mental
caen estrepitosas al décimo círculo

cultura de lo absoluto ánfora infame
donde depositamos desgastados
todas las mentiras todos los edificios
y anillos y espuelas y nudos
y tardes sin Vino ni Pan ni piel que morder

inevitablemente todo lo humano se corroe

la realidad así desdibujada
dibuja otra realidad de círculos abiertos
No hay distancia dantesca

-"vamos a descansar"
Yo te sonrío
y nos sumergimos en El Huerto del Edén

semidormida y plácida en ti solo en ti
el alado que danza desnudo sobre mi satín

tu sed No saciada vacía mi jarra fluvial

-"todo menos la saciedad"
- Está muy bien y te desabotono la camisa

tu lengua en mis labios menores
se desliza hacia mayores gracias
y mientras te abro las piernas
mi corazón exclama melodios azules

pleamar de tu faro lechoso
ilumina el presente de mi grávida Isla

subyugada en tu bálano No entiendo el amor fuera del cuerpo

La Carne crece en La Carne
.
comiéndonos con gotitas de sangre
calcados en Blanco y Negro por las sábanas
para Silencio de Pájaros


Javier Lara Santos / Todos los poemas mienten



Es el frío, ya lo dije,
es la brisa,
sus almenas invisibles,
sus batallas,
sus sombríos y desdentados ángeles de niebla
que no dicen nada.
Este poema es un inmenso país de hielo
al cual vienen a morir los pájaros
sin más religión que el cielo invencible que abrazamos para no morir.
He visto corazones del tamaño de un mamut,
basiliscos admirables en la lengua de una mujer con furia consuetudinaria,
he visto la rabia en el nombre de su sangre,
he visto el fuego, su fuego,
que es una montaña de su sangre
y un pétalo
de la nada
al mismo tiempo.

II
Hemos presenciado el silencio o la sal de la ignorancia.
Apenas caemos y el aire se vuelve armadura.
(Este poema no va de nada. Decía, y miento)
La inocencia de todos los insectos y los pastos verdes.
La sutileza del agua, o la severidad de nuestras religiones
mordiendo el infierno que no es nuestro.
Los puentes que han caído en la vigilia.
La cocina incendiada antes del acto carnal.
He visto, debo decirlo, el beso inconmensurable de una planta
creciendo ante los ojos de su madre.
(Todos los poemas mienten)
El hielo pasó hace siglos,
Tú y yo (cualquiera) seguimos nombrándolo,
como si apenas inventáramos la guerra o la saliva que la nombra,
como si apenas comenzáramos a tener figuras geométricas,
a las que llamamos miedo por no llamarlo dios,
o amor,
o arena caliente en tus senos,
en tus infinitos senos
que han de morir dentro del aire,
como mueren los dioses,
como mueren, para siempre,
las frutas.



Iveda Hoe Maral / Las tres alegrías del cielo



Sobre la mesa descansan
una es viento cálido nocturno la otra se cobija de nubes
la tercera palpita en busca de luna son tres alegorías
que quieren llegar al mar en desorden y de urgencia
para cantar a la caracola las columnas de marfil
de sueño marinero estival grito
de la mañana blanca y solitaria somos caballos de mar en busca de la piel de sal.
Cobre tu piel
Sed de anaconda
tus copas en verde calculas
ciega despliegas territorios y túneles te enredas con palabras del viento por cada huella en la arena
en costuras de cangrejo y rastros de luciérnaga.
Sin mentir retrocedo la tarde
... dos copas rotas... busco alimento de voces salto charcos de barrio
y la verdad se esconde cuando niño en las garras del oso mojado
decido crecer con antifaz pisando las orquídeas azules en montañas nieblas
... tres copas rotas... huyo de la cantina
pierdo el nombre y billetes
en los cuerpos de cobre se fija la vela con esos talismanes
que se van en vida
en puro hueso arrodillado
para dejarme frágil ante las sombras. 
No sin ruido, las calles maldicen laten tus pérdidas de lengua pues gritan aguas mayores
tu edad de bohemio pasional cristales de ventaja esparcidos dando para ti el color y la brillantez de la mejor palabra de puñal
hace siglos escrita
por esta mano de fuegos
ó venenos últimos de herencia bajo el árbol de cien años
que invita a todos a conversar menos al que los ojos de pirata lo bañaron la piel en cobre .
Lagos y páramos tu rostro
Palmos frescos de hierba relámpagos al caminar
trigo dorado a la boca del viento el desvarío de trinos
al parecer silbo de olas sonrientes en la mordida de la naranja dulce salpican pequeños soles
en las mejillas blancas
de las ceibas.
En la otra orilla
al compás de clavicordio, sino te olvido
será porque el agua tuya
se alimenta de los ojos desnudos de los viajeros desamparados tomas sus almas
y soplas un fogón de corazones.
En lluvia con rayos llaman
a la negra piedra de basalto en lagunas y frailejones donde tus aguas
siguen congelándose esperando la luz intensa
de una estrella
que caiga en tu mirar y ponerte un nombre bella mujer
besar tu cuerpo quiero...
antes de bautizarte entre tú y los otros.
¿Por qué nadie reclama la risa?
Irónico al temple
el caballero de los planisferios en saludo soberano
por generación en batallas comandando fuerzas de territorio en la misma casa de incario
en el dolor de la derrota sobre luz de protocolo
en olor de indios y negros calor repartido
por las calles barrocas cruzadas en esperantos
de crisálidas abiertas
por testimonios de monasterio burbujas que saltan ventanas escupiendo demonios blancos que nosotros en otro solsticio en baile de piedras
no olvidamos la última gota del cacique desmembrado en las hojas de oriente
el hueso mayor en plenitud saltará en escritura amerindia el hermoso brillo de hermano en rostro encontrando al padre
cacique mayor de tu fuerza.
Llega a tocar mi ventana
Con todos los besos alcanza mi pubis
con tu parafraseo de lengua estremece mi pecho
con tu dactilar mano aprieta este falo
con tu rauda cabellera confunde mi fauna
Así, cada día,
hasta terminar en el suelo como animales 
obligados a buscar el noveno orificio declarando al cuerpo
cambio, definitivo orgasmo, obsesión que no esquiva
que tienta la forma de la sonrisa vertical
la caricia que se hace larga, pausada, tranquila flor
para deshojar pétalo a pétalo
tu escondido rincón intocado...
olvidado por las caricias.




Henri Garzón / Disparo de manzana




Esta siempre mañana de todas, es el asombro
en el cuarto oscuro de las vedas
religioso como niño lavo mis dientes
me baño los pulmones en el humo
del siempre otro humo
tenerme es el dilema… secreto instante
respuesta amanezco con los mismos pies
y el calzado dura eternidades de calzada
la manzana danza en la flecha ignorante,
el tiempo dispuesto en el encuentro
saluda desde la lengua recién amanecida
y esa mañana concebida ayer
estira en su gen la piel y el respiro
crece como una estampida de sentidos
y atrás desde sus venas
la salud del amor en su fragilidad de vértigos
recibiendo la misma tarde que amañada
Desde siempre el miedo, efluvio perverso y pleno
nos trae en el aire incendios desmedida
nos tomamos desde atrás del soplo
un tejido de sentimiento – mugido
y roemos y rumiamos, en sudores antiguos y perpetuos
respiramos como siempre nuevos preludios
que nos trae el miedo.
El miedo, caza matrimonios y muertos
tiempos que se pierden o se remuerden
pero sobre todo sin consultar y como jinete,
nos trae desde incógnitas conjugaciones
un futuro de estolitas ambiciones
¡Perverso sainete, maculado desden!
El rincón y las orejas
todo tiene tiempo perderse y quedarse
estarse quieto y resistirse,
más aun anodino y ecléctico
sobrepasar al arte estando.
El estar, como inmaculado niño
juega con todo número del dado,
no se manifiesta imperceptible y lúdico
convive con el aire y sigue saturando al tiempo
quien mas para desconocer la impertinencia
del círculo que todo lo mueve
tener es detener, detectar que una flor
se conmueve presentida
por eso ayer, que no es siempre antes
una pequeña verdura del desierto revive la vida predilecta, sin aquejar sed adviene
hemos vagado…
“Es instante para la terrible verdad
no existir mientras se resuelve,
y todos… no veremos sin estar sintiendo
lo que estamos queriendo viviendo”

La velocidad no tiene tiempo


Guadalupe Huerta / Yo, la hija de la reina


Yo
la hija
de la reina
viuda
casada
en segundas nupcias
con el rey
perfecto
mi padre.
Mi madre
temeraria
como aquella viuda de Padilla
allá en Castilla
reina de los Comuneros.
Y mi madre
la reina
en la Gran Plaza
viuda del gran rey
Mocteczuma Atlixcatzin
y yo
la pequeña Xuchitl
en el lago
entre los tules
con las garzas...

Y mi padre el rey
en el Calmecac
con espinas en sus testículos
al sol
meditando profundamente.
Y yo danzando
con mis plumajes
y mis caracoles
en el gran Teocali.
Mi madre
leona de Castilla
prima de la loba
y amiga de las Escalmodes
encima de la roca
otea el horizonte
no sea que el maldito
Monforte o el chingado Cortéz
se nos alleguen
y su regia capa
y los plumajes
al viento...
Y mi padre
el de sandalias de oro y venado
cargando
con sus ojos
el sol
levanta.
Y yo río
plumita preciosa
plumita de quetzal
turquesa cuelga mi nariz
y mis párpados
negros y amarillos,
con mi cohorte de armadillos
recorro Aquitania
y meriendo en Carcasone
para esperar
a mi novio Enrique
con el que estrenaré el divorcio
y las cohortes de amor
yo la niña Leonora
futura reina de Aquitania
me deslizo entre coyotes
cocodrilos y mi amigo el puma
hasta Tenochtitlan
mi reino
mi hogar
y mis padres en el gran ritual
al 3 de Mayo
Tescatlipoca
espejo humeante
escogeré consorte
humean veinte mil cadáveres
sacrificados.
La toma de Jerusalén
fue peor
Anna Comenna
en la carta que recibí
hoy en la mañana
me lo comunica.



Gabriel Cisneros Abedrabbo / Penélope o Tratado de los amantes de Ítaca



I
Antes de nuestro tiempo,
asistí al cortejo fúnebre
de la mujer amputada a las estrellas
desde el jardín, en mis sueños.

He vuelto
de los círculos que encierran
el arriba y el abajo,
desafiando las esferas
en esta búsqueda cuántica,
a reclamar el aroma
sobre un lecho que no existe.

Tres golpes, no llega,
cinco golpes, pasado evanescente,
siete golpes
y no descubro una forma que la engendre.

A pesar de esta no memoria
sé que hubo una caricia
infinita y más grande que la muralla china.

II
Penélope,
soy Odiseo, lo que queda de él,
lo que sobrevivió
en las arenas movedizas
de esta nostalgia con hambruna.

Ahora se para que tejer el poema,
para volver a Ítaca
y salvarnos de quienes buscan en tus entrañas
la soledad de una descendencia.
Son cinco mil años
perdido entre cuerpos tibios,
sintiendo un vacío
carente de toda respuesta,
llorando en la tierra, flores sin esencia,
buscando una luz que había olvidado.

Penélope,
levántame del sepulcro
no dejes que acepte ser tan sólo
el dolor de este espejismo.

Te canto señora de Ítaca,
amante y compañera
con sánscrito que ya no se escucha
y que tu corazón entiende,
desde mi derrota 
abismo de lo que duele
levanto la voz que te busca
y a ratos presiento que existes.

III
No es el cielo,
ni las estrías de una estrella
que se retuerce en la noche
después de parir un hombre.

La respuesta que no conocemos,
hace que los camellos pasen
por el ojo de una aguja.

No es por la belleza
que nos resistimos a tenernos,
es precisamente por ella
que encendemos cada piedra
donde molemos nuestra harina.

IV
Soplo para que en esta lluvia
de diciembre,
los espíritus te traigan a mi torso,
como tronco en el que hay
nidos de aves migratorias
e insectos de propiedades mágicas,
donde sanar el dolor dejado
por rotas despedidas.

Resucitar la loba,
que ha hecho olvido de la luna.

V
No sé cuánto me odias,
el aire
que escondo en los pulmones
me asfixia en la incertidumbre;
los días se precipitan en insomnio,
en gritos no pronunciados.

No te he dicho
que mis manos se rompen
en los domingos de invierno,
que me asusta el sonido de las sirenas
y que todas las mujeres
que plantaron una bandera
en la cumbre de mi soledad
nunca llegaron a verme,
tan sólo tomaron
un sorbo de ese aire
que escondo por miedo y rabia.

Nunca te he dicho
que dueles,
que duelen tus ojos
que un día me levantaron.

VI
No sabía que los enemigos invisibles beben café
en la vagina que me diseccionó
sobre una mesa envuelta de porcelanas,
ni que puede ser tan doloroso
las caricias de la lluvia
cuando te han sacado la piel
para hacer una epifanía
con la cual cubrir
una muñeca que solo ríe.

Como animal herido de muerte,
busco un lugar
donde plantar el dolor,
sin que sepan
aquellos con quienes me odias
que estoy volviendo a la tierra.

Las contracciones del acabose
son más largas y más constantes que las del parto.

Quién me sacó los ojos,
por qué ponen gatos negros sobre las llagas,
por qué la misma melodía
se proyecta delante de mis palabras.

Están todos atentos
a encerrar mi catalepsia en una caja. 

VII
Hay una parte de mí
que viene a reclamar
funerales
en la bisagra
donde celebraba la liturgia de todo lo bello,
prolongación obscena
que nunca quise tener,
que con los años crece como un cáncer,
y transita por las últimas luciérnagas de la noche.

Todos los años,
después del goce de las enredaderas y los nardos,
resucita el monstruo
y en mi tumba cerrada por los seis frentes,
no dejo que entren los bálsamos o el incienso.

Esa parte, no tiene materia,
furia, membrana o éter,
es un cuello de vidrio negro
que me asfixia
una caverna muda de espejo
donde nadie escucha los gritos.

VIII
Penélope,
has escuchado mis divagaciones en el mar,
has visto las veces que caí en
corpiños y vino; 
no te pido que olvides
mi frágil humanidad
te exijo que me ames
sobre ella.

He convivido con magas de cabellos dorados
que inventaron un limbo
en el antiguo puerto de los dioses,
con panteras de tambores
que levantan la selva con su ébano,
a pesar de sus mañas vuelvo
ante ti señora
a levantar de mi derrota
los sofismas de las vírgenes
para morir junto a ti,
que es el mayor acto de amor sobre los vientos.

Bebe mi sangre,
es la misma con la que firme
para entregarte versos de mi cuerpo,
es la misma con la que arranque de tus intimidad ese hijo,
que nos ayudará a ver el futuro.

Bebe, lo más sagrado que puedo ofrecerte
y prepara el ritual
para enfrentar la eternidad.