Invitada especial
No es verdad que de poetas y
locos todos tienen un poco, la poesía, el soplo de creación, es como un rayo
que se posa sobre algunos, unos pocos, unos afortunados, elegidos -o
atormentados- que viven de ella, viven para ella, viven cómo ella, viven por ella.
La palabra es musa en si misma
y la poesía es expresión del espíritu, cosa sublime y a la vez, cosa
inexplicable, voz de dioses y demonios. Desde el umbral o desde el abismo, o
desde el filo de la navaja, el poeta ha recibido ese influjo y el dictado de esas
múltiples voces interiores y las ha recreado con la palabra.
Unas hablan del amor. Otras, de
la guerra. Unas hablan de odios y otras, de perdones. Unas gritan con la fuerza
de la rebeldía. Otras, con el son de la tristeza o de la melodía de la música.
El poeta las escucha, se
atormenta con ellas, le dan vueltas en su cabeza hasta que se vuelven palabra,
grito, canción o susurro. Y la palabra es, y ha sido, el principio de todas las
cosas, la mujer amada, el amigo, el niño, la madre, el tirano, no son protagonistas
de la poesía, son solamente un pretexto poético… pretexto, sí, porque el poeta
los inventa con la palabra: existen porque él quiere que existan… él les da
vida, les otorga sentires, les increpa y cuestiona, los ama o ríe con ellos.
El poeta es, entonces, creador.
Y sus creaciones son, a la vez, él mismo: sus personajes están hechos “a imagen
y semejanza”, es decir, con sus líos, con sus fobias, con sus ideales y
utopías, ahí la misión poética está cumplida, el poeta ha dejado escapar sus
voces interiores y las ha vuelto palabra para decir con ella lo esencial: el
recuerdo, la soledad, el silencio, la nostalgia, la ira, el amor, el desamor,
la vanidad, la muerte; es decir, para hablar de la condición humana, en y
principio del que hacer poético.
(Prólogo de: "Cantos en el Umbral" de Zèud)
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(Prólogo de: "Cantos en el Umbral" de Zèud)
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