Manuel Jiménez Carrera / Salario de lobos




El mundo es una calle larga,
un cauce hendido  contra las ventanas de los hombres
 y su  difícil aliento desencontrado  es un inventario  acezante
con las cosas que nos sobrevivirán:

Una colección de fotos grises, que amarillan con el O2
Los autos que perforen cada vez más silentes, el sonido de la lluvia
Cassettes  para que jueguen los nietos con su montaña de estambre marrón
La pared medianera de la casa, mudando la epidermis cada quinquenio
La furiosa vecina de ojos en llamas (desde el problema del adosamiento)
La clave del banco, de la tarjeta, del portal de compras públicas
La moneda caída detrás del cojín del sofá
Unos repuestos de moto con la medida equivocada
Y montañas de facturas que nadie leerá
mientras los reyes escriben edictos sobre papel de empaque,
porque de eso se trata el arte de mandar.

Los ritos cotidianos, llenos de calles con hojas,
en el fondo la música de los juegos de los niños
el estruendo del rayo que cae dos veces
en el mismo bosque de nuestra alma

Como la garra del lobo y su salario de músculo y hueso, cae
un reino de bolsillo en las fauces,
un Reich descartable, con sus mil años de deuda,
dianas dibujadas en la mejilla de las puertas
esperando
en el  dintel de las bocas de los recién nacidos
el rayo cae dos veces

Así consta a fojas uno
de los Edictos que los reyes escriben en servilletas usadas
Porque de eso se trata el arte de mandar

Nos sobrevive también el eco timbal de los obuses
el entusiasmo de los portadores de banderas
el destello colado de mierda de los armados hasta los dientes
las mujeres embarcadero de las cuales nadie vuelve
(Tres tristes trenes tronaban trinos)
 dioses menores atrapados en zoológicos,   menguadas las alas
 perros ebrios sobre portales barrocos
Y emperadores
que han arrasado el esperma regando el orbe de serpientes,
allí donde crecían setos.

Dice el edicto: frente a la ley, perros
Delante de la majestad, perros
Pidiendo la devolución del impuesto, perros
Clamando por nuestra clamante voz, perros
Aullando ante el bosque derribado, perros
Leyendo la constitución, la ley y el reglamento, perros
Haciendo cola para el trole, perros
Caminando apurados hacia el  reloj biométrico, perros
Pidiendo sombrero en mano un aumento, perros
Riéndonos a escondidas del amo grande, perros
Querido, se nos hace tarde
Dudando de la palabra bajo el púlpito, perros
Querida, se ha terminado el gas

Libros cerrados palpita al borde del cartón y de la noche
Querida, que he fracasado siendo un macho
 una serpiente seduce al hilo de seda
Querida, yace conmigo sobre las migas de  las galletas
Pase adelante, tome un turno, perro.
Edictos de los reyes, en papel toilette
porque de eso se trata el arte de mandar

Las murallas de Jericó guarden tu monte de venus
Antes que los geógrafos describan tu ensenada
Y las torres de Manhattan
pobres como el ocaso del avaro
Los botes de madera despedazados por armadas felices
Mansos  como la canturreante paloma de la paz
Pintando de prodigios el río de sangre inconstante
de tanto árabe que en el mundo ha sido y no volverá a ser

Sobrevivirán, sigo enumerando
las caricias del gato sobre nuestra palma
las vírgenes poderosas que hacen llorar a las litografías inocentes

Ser ocupado por otros cuerpos sin perder la ternura
líquido, al menos una vez al año como la sangre de San Genaro
aterrizar al menos una vez al año, como las naves en llamas sobre el estío de Atacama
para develar  los signos con que otros ordenan el salario de los lobos
¡Milagros, sucedan!
¡Ignore yo que no existen!
¡Júntense dientes, riñones y rubor y hágase la mujer!
El mundo es una calle larga
Alzándose contra las ventanas del hombre

Porque no era real la mirada de los otros, penetrando las ventanas
ni yo,  que he sido San Sebastián, atravesado por saetas,
Acúsome del pecado de vitalidad
encadenado al edificio de correos nacionales
         Acúsome de atentar contra los bienes del estado
devoradas mis manos por los lobos
         Acúsome de alimentar ilegalemente a las fieras
fundador de cantinas para santos de ojos mustios
         Acúsome de interrumpir el sueño eterno de los muertos
dibujador de bozales para diputados y diputadas
         Acúsome padre de Saintexuperismo
Llorador de lagunas por los niños que pedían leche y recibía napalm
         Acúsome padre de sensibiliería Televisíaca.

Y Salomé , que ha llevado mi cabeza en una tinaja
detrás de mi, que portaba triste y acéfalo mis orejas en las manos
porque la máscara de la máscara es mi estrategia
La muerte del deseo es el deseo de mi deseo bullente
El mundo es una calle larga
Alzándose contra las ventanas del hombre

Y Sheena ya no es una punk rocker, desde que vende incienso en Brighton
A los hijos bastardos que Elvis olvidó, dejando atrás  el edificio repleto de ritalin y hastío
Enloquecidos los pájaros  de la memoria, gorriones barbudos
Porque  queremos trascender
pero engordamos y nos da caspa
encanecemos y nos aumenta la miopía,
el índice de grasa mórbida
y las palabrerías poéticas que crecen tumoralmente
en los espacios que el Estado ha cercado
para el ejercicio pleno de la libertad, (aplican restricciones )
estricto derecho de admisión,
se prohíbe citar al turco Adoum

Medianoche
Campanas
Tazas
Mortaja
Porque en el principio
y en el fin
y en la intersección
y en el Mall
Es, fue y será el caos
Y la codicia fue la madre del caos en el principio
Qué agradables son las guerras televisadas,
¡Oh madre,  no cambies de canal!
Ya se ven  vistosos los ejércitos y sus obras granates
Falta el pago del impuesto predial, hijo
Qué longevos los altos intereses de la patria
Ráscate ese picado de zancudo
Cómo hemos bombardeado al enemigo, aleluya
Este tic que ya me tiene cansado
La patria se crece sobre la sangre de los héroes
Tienes cita en el IESS para el 14 de septiembre
Indignados tus hijos del yugo
Sacude las pelusas del gato de la chaqueta negra
El hombre, ese lobo, la mujer esa zorra
         Este país amazónico desde siempre y hasta siempre

Cierra las ventanas del auto,
vienen los zombies por caridad.


Soraya Fernández DF / Agujeros








Caminábamos por el tejado y los agujeros caían, en el agujero mas alto observé que puedo matar a las pulgas con mi dedo, era un agujero tan absurdo, como la ofrenda floral que caminaba.

Baje entre las ramas… en el agujero del suelo solamente observé ojos e incredulidades. Contaminé mis oídos al descubrir las frases que se proclamaban.

Los agujeros aparecían en todas las paredes, uno a uno se
transformaban, se multiplicaban en el tumbado, en la cama, en los paneles, tocaban notas en los pianos. Podía observar historias - relatos - escenas de humanos, "humanos", "mundanos" de ciegos y sordos.

En uno de ellos El Padre miró a su hijo y le tendió su mano, su hijo que poco a poco se esterilizaba el alma, se alejaba y alejaba y se mudaba a la azotea.

En otro un corazón explotó, la bomba semidesnuda cortó las cabezas de las flores dejando un camino de pétalos por los difuntos.

En el agujero de mi derecha las cruces se izaban y torturaban, marcaban pieles al rojo vivo, mientras los pequeños uno a uno, en una fila interminable esperaban su turno en donde les consolaban unas pequeñas borlas atadas a sus zapatos que canturriaban el credo al ritmo de las campanas de una iglesia cercana.

El agujero de la izquierda perdía su interés, se abría y cerraba automáticamente intentando atrapar la sobriedad de los campesinos que labraban el cielo y lo fumigaban con espinas para impedir el paso de las aves. A un lado los aniquiladores de los cerros esperaban pacientemente a tener el banquete listo mientras la lava peinaba sus mejillas en resurrección.

En el agujero de la ventana, vi a un hombre, con un lunar en la sien, en la que el agujero se hizo más profundo, dentro una maquinaria extraña se inutilizó llena de ilusiones paganas e insultos democráticos que cautivaban a una realeza insípida que se apoderaba de la última gota de sensatez que habitaba en la mediática luna de la calle.

Mientras tanto la respiración de un agujero succionaba con estabilidad la vida. La estiraba y la amasaba conteniéndola en una reserva de hidrógeno, un tanque que servía de alguacil a los híper alérgicos de vida. Este agujero era peculiar, engendraba más agujeros que nunca encontraban sustento en la asfixia, nunca respiraban sin desnudarse, sus ropas caían en cascadas, sus pieles se desvanecían, su sangre brotaba, sus huesos se calcinaban... el esternón solamente se inclinaba al recostarse en sus consuelos...

En el sillón los agujeros salpicaban, bailaban, se subían al carrusel y asistían al circo, en la escena manejaban al pueblo, las almas en pena vagaban sin entender porque?

En un agujero cercano los llaveros eran guardianes de las luces y las cajas fuertes, las cuales roncaban de negro a la humanidad.

En un agujero lejano una mujer gritaba eufóricamente al Sol: - Solo podré encantar a la pureza, en la mujer que soy!

Otra a su lado sonreía y lloraba, sonreía sus alegría y lloraba sus debilidades.

En una esquina “el arte” brotaba silenciosa, en su lema decía: -Las palabras son redundancia.

Los huracanes azotaban los agujeros del jardín, en cada uno de ellos había un hombre que trepaba a un árbol para gritar en su copa su desesperación! Se agarraba de los pelos en autodefensa, otros abrían unas ventanillas gruesas de servicio en las que regalaban bonos de felicidad.

Te llame, te llame y tu no me respondías, te había dejado en el tejado, los agujeros no paraban de hablar y allí estabas tu, en el tejado...escuchando aun lo que ya estaba dicho.