El punto y la forma
Prisionero
En
el centro estaba una cartera ocupada parcialmente por un trozo de vidrio que
remeda el sitio con labrados íntimos al detalle: huellas digitales, manchas
pequeñas... Un perro, que por alguna razón se encuentra oculto dentro de las
paredes, animado, va hacia la cartera y con el hocico se adueña del fragmento.
Rasgaba
el aire por donde se moviera.
Suelta
el vidrio para acariciar con la lengua los rasguños, sin embargo se tragó uno.
Con
ese añadido ya no podrá volver a la pared.
Queda
prisionero del verbo:
MOVER.
Acto de magia
Con
cuidado despega la manzana que brotó de un árbol: era de papel arrugado...
Introduce un dedo en su bolsillo, para tomar el lazo brillante comprado en una
tienda de la avenida que circunvala repetidamente...: hasta adquirir forma de
lazo.
Fuera
del bolsillo parece una mosca en vuelo.
Adhiere
la mosca, o lo que fuere, a su fruta.
Que
deja sobre una banca pública.
Eligió
aquella, porque desde todos los ángulos es visible. Por cierto, miran con
atención..., tanta, que el papel de la manzana, quizá, se alisa.
Luego,
despacio, muy lento, la contemplación se constituirá en APLAUSO.
Exilio
Desde
su ventana, observando la banca de papel que está en la calle.
Sobre
la mesa se hallan algunos trozos, de ahí, ¿salió la banca?
Qué
bonito aquel paisaje.
Al
final, la expansión de su cuarto.
No
sabe cómo se hizo; tal vez el silencio de los días.
Cosa
grande: la falta de ruido.
Esta
vez, él, unido a paisaje y habitación, reales e imaginados.
Es
el exilio, vagamente intuido.
Convergencia
Aunque
el avión consiguiera aterrizar sobre la mitad de una mañana hermosa, la
hundiría un poco. El único pasajero ha podido llegar imaginando que gateaba en
la nave.
Ahora,
tiene que salir para ingresar en la sección de arribos que no era un área de
concepción normal.
Él,
¿por qué lo hizo...? Más todavía: ¿por qué se encontraba ella delante con ese
vestido apretado? Tanto la ciñe, que la pintura de labios empieza a chorrear y
correr... ¡Se integra al diseño del vestido!
El
pasajero quisiera ir hacia ella pero la emoción lo empoza en sí mismo.
Resuelve
cerrar los ojos, descansar un poco..., cuando los abre: nada hay.
Solo
gateando pudo comprender que esa mañana era zona de convergencia.
Propiedad
¡La
casa dándose a conocer en la soledad de un medio día!
Cada
paso del hombre arrastra su morada..., en una elástica, que se agranda y
retuerce según como camine.
Lo
restante de ese paisaje, campestre: amaneceres y anocheceres, de espaldas al
personaje no pueden descubrir el suceso.
Por
eso, aprovecha esa hora para mostrar la casa.
¡SU
CASA!
Unidad de Medida
La
piel de una muchacha, aliento callado, entró sola. En el restaurante comen
dándose una relación especial con el plato: ¿es que intentan para siempre unir
loza y cubierto?
La
piel observa erizada.
Donde
está la muchacha se esparce el silencio.
Entre
este y los platos brilla una rama.
Es
decir, LA DISTANCIA
Fuga
Una
anciana se desplazaba manteniendo el equilibrio sobre todos sus años de la
misma forma en que alguien lo haría sobre una cuerda. Siempre lo procuró y, por
fin, había triunfado.
Cuando
no lo hace, se sienta y juega a pasar su edad de mano en mano...; su cuerpo:
inerte; palmas y tiempo: cadena interminable de saltos.
Con
eslabones distintos.
Números
nuevos.
Sin
nombre.
¿El
vacío extendido?
¿Vía
fresca?
Lo azul
Como
la acera de la esquina se introdujo en su vuelo, frenó bruscamente…
Transpirando, pugnaba por continuar. Intolerable la situación de su marcha,
así..., entrampada; ella, ave libre, resulta que solo fue la apariencia.
Empieza el ahogo y da marcha atrás procurando el lugar del estancamiento: de
modo que picotea los puntos de la línea de acera buscando liberar su
trayecto... ¡Desgracia! El pico, harto, se confunde con la línea aquella.
PASAN
LAS HORAS. EL LUGAR, IMPÁVIDO,
ESPERA
EL VUELO DE OTRAS AVES
PARA
CONTINUAR LIBERANDO EL CIELO.
La clave
El
propietario estiraba a lo alto sus sentidos un tanto más de lo tolerable... Y,
de repente, ¡saltaron! ¿Hacia dónde? A relieve.
Camina
tras ellos pero tropieza con un recipiente de leche que, volteada, se acumula
verticalmente... Forma, ¡qué cosa!, las paredes del envase que la contuvo.
Esto
sucede —expresión hacia la cumbre de la ley “Causa efecto”— cuando los sentidos
se desbordan más arriba de lo permitido.
Y
ahí está, La Llave, en alto relieve, o, si se prefiere, La Clave.
Clave,
amontonada hacia arriba.
Vanguardia
Hacía
mucho tiempo que sobre la mesita de centro reposaba la taza que contiene cien
años. La presión de unos dedos arruga un poco el recipiente... Más tarde, está
ajado por completo.
Desde
la esquina, una persona desnuda observa la taza que ya dejó en paz... Su piel
se halla removida por el esfuerzo.
Todo,
es el reflejo del cuadro que dejó de pintar.
Para
conseguir, el presente.
Avistamiento
Un
ladrillo estrujado se lanzó contra la copa de un árbol y el impulso, no el
impacto, derribó varias hojas que, al caer, hundieron el pavimento.
El
ladrillo no resiste estar pegado al árbol.
Cuando
sopla fuerte, el viento lleva las hojas caídas de un lado para otro y quedan al
reverso. Entonces se hace visible su hueco interior:
LO
INFINITO.
—Por
fin, ¡se divisa el borde de lo NORMAL...! —dijo
EL
EXTRAÑO
que
lanzó el ladrillo.
Verdadera hipótesis
Dormía.
Poco a poco los ojos abandonaban su sitio para formar con la mente un solo
cuerpo... ¡Qué singular!
Cuando
despertó se ahogaba.
Extraño
que consiguiera pararse, tal vez ocurrió por el grado de intimidad que mantiene
consigo, pero se hunde un tanto, no en el suelo sino dentro de sí.
Es
otro día. Duro permanecer de tal manera. Le sobrevive la esperanza de soñar
nuevamente... “Quizás ahí pueda sacar esta porción de mí.”
Más,
se ahoga, solo una conjetura.
¡Certeza:
dormía de aquel otro lado!
Encierro
Para
no eludir su destino el hombre entró a comer en el mismo lugar; cuando no lo
hace el relieve del sitio empequeñece. Se sienta y ordena LO HABITUAL...
Entonces, aparece revoloteando UNA COSA que, en instantes, se apoya en su
silla.
Se
miran, sin embargo almuerza y se va.
Sola,
LA COSA, volviendo a ser cualquier cosa.
AbEcEdAriO
Parecía
no tener fin. Se ensanchaba a izquierda y derecha de forma inacabable;
también
inflándose para arriba y para abajo. ¡Qué suceso! Un observador curioso se
acerca dispuesto a contemplar con más ACENTO... Y percibe una LETRA al
interior.
“Puedo
detener esta cosa”, piensa y con firmeza apoya las manos sobre ella.
¡Pero
lo derribA!
Vuelve
a intentarlo: ¡caE!
¿Y
qué?
Si
el hombre no es lEtrAdO.