Wilson Burbano



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Recordando al FICC...pionero en el cine ecuatoriano

UN PEQUEÑO FESTIVAL CON BUENAS PELÍCULAS NO DEBE MORIR…                                 

     Cuenca, cariñosa lápida, brillo de espejeantes ataúdes abiertos en la noche  de policías y ladrones travestidos, rasgándose las vestimentas cerca de la terminal, por un teléfono celular que se le perdió al teniente en la redada…

     Sorprendido por estas impresiones, abordo el Festival Internacional de Cine de Cuenca, FICC, donde son siete los largometrajes que debo calificar, contrariando a mi sombra que no cree en medallas. Acepto el reto porque siento que la mayoría de los filmes en concurso merecen ser apreciados, y además me sienta bien cambiar por unos días la contaminación auditiva de mi barrio quiteño por la roca caracol en la que escucho a los cuatro ríos, mientras duermo y sonrío, acariciando con una mano los sonidos del agua.

UN FILME  INTEGRAL…
     Ingreso en el Cine Park, empieza “PLOY”, escrita y dirigida por el tailandés Pen-ek Ratanaruang, película enmarcada en la ya gran tradición del cine del este asiático: minimalista y monumental, profundo y desgarrador. Decirnos tanto con pocos elementos y pocas palabras, como un aforismo Laotseano en la sabiduría que nos lega. El desarraigo en su propio país del inmigrante que regresa de occidente a Bangkok, que llega y nunca llegará pues se encierra en un cuarto de hotel del cual no saldrá hasta el final del drama, siendo liberado del autosecuestro por el sacrificio de su esposa. Película sutil en el manejo de la sensorialidad, en la interacción de personajes en continuo estado de interiorización, con el acoplamiento de una banda sonora que crea una envoltura de permanente silencio y que profundiza mano a mano con el ritmo de las imágenes parcas y traslúcidas. Fotografía que logra crear la sensación de vacío en espacios interiores y reducidos, conectándonos con los espacios exteriores a través del reflejo de las ventanas, usadas como espejos confrontacionales entre lo que sucede en la habitación del hotel, donde se desarrolla la mayor parte del filme, frente al transcurrir de la calle que circunda el edificio. Ratanaruang, utilizando las herramientas básicas cinematográficas, crea un universo simbólico y poético. Sugestivo y subjetivo, dentro del cual el estado consciente se integra sin barreras con el inconsciente, para expresarnos con ironía, al final de la historia, que no esperemos el desangrar de nuestros seres amados para decirles que los amamos, despertándonos de la derrota de un sofá existencial, donde en una burbuja de orgasmo suspendido, dos amantes clandestinos inhalan sus alientos al ritmo de un tantra que a cualquier espectador mal sentado haría multiplicarse en implosiones…Y la adolescente estrafalaria, mientras espera que la vayan a buscar, se disuelve entre las sábanas y corredores claroscuros, como un fantasma imperceptible…

INTIMIDADES DE SHAKESPEARE Y VICTOR HUGO….
     Yulene Olaizola con este documental de ochenta y tres minutos, que al verlo se transforma en ficción real, se graduó en la escuela de cine de la ciudad de México. Realizado con una cámara de video básica, en un ambiente familiar y de manera artesanal, deja fluir el relato de su abuela, propietaria de un hostal de barrio. La anciana cuenta la historia de un ser extraordinario quien fue su huésped, manteniendo una doble personalidad: la del artista autodidacta y genial contra la de un asesino de mujeres en serie. Apasionada narración de la abuela que va ilustrada con las obras de este ser mítico. Sus pinturas magistrales y de diferentes estilos; sus escritos a mano, poéticos y filosóficos, plasmados con una caligrafía perfecta, roja y musical. Las canciones románticas que expresan su gran capacidad de intérprete, pero con voz barrosa y profunda que a veces hace olvidar al autor, dan muestra de un ser capaz de aprehender de forma intuitiva de los grandes creadores y expresarse con su propio yo, antes de dividirse en las llamadas dobles o múltiples personalidades del psicoanálisis, sin pretender ser un artista de vitrina. Su creación es dedicada a los seres que aprecia, como una tarjeta de navidad pero sobre todo como una carta de amor, en este caso a la propietaria del hostal, a quien ofrenda su no pretendido legado, que no hubiese pasado de una historia familiar a no ser por la agudeza de la realizadora, la cual logra tejer, entre los testimonios de la abuela y de otros testigos, el paso extraordinario por este mundo de Jorge Riosse, asesino en serie que asoló la capital mexicana hasta la noche de su desangramiento. Al ser herido en la nalga y sentirse descubierto y perseguido, retorna al hostal, su nido guarida, donde encontró profundizaciones del afecto que no tuvo en su infancia familiar, de la que se autoexpulsó. Película en blanco y negro, hilvanando una historia real para corroborar que la realidad humana en su esencia no necesita de la ficción, ni de tinta roja ni amarilla. Documental, como concepto visual, pero contado al estilo del drama aristotélico hasta el punto de convertirse al final en una película de suspenso que nos deja en el limbo de la duda: ¿acabamos de ver un invento de la abuela con la complicidad de la nieta o realmente él fue un asesino?… Pero esto ya no importa a los policías pues el criminal desapareció. Quizás los parientes de las víctimas sigan clamando la justicia divina mientras la abuela lo recuerda con ternura. Aunque la sociedad mejicana, atemorizada y perpleja, se haya ido acostumbrando a cuantificar las víctimas desde ciudad Juárez hacia todas sus poblaciones, pagando con sangre el tequila del embriagado psicópata que sostiene a sus gobiernos.

LA ORILLA QUE SE ABISMA…
     El argentino Gustavo Fontán a través de los versos del entrerriano Juan L. Ortiz, nos introduce hacia un viaje ultra sensorial en constante estado de vigilia por la aguas del río de un poema, entre dormidos y despiertos. Sombras iluminadas por luces frías o tibias en el reflejo de las aguas vaporosas que nos ahondan cada vez más en el fluir silencioso de la cámara, llevada por vientos sutiles, atravesando follajes y partos de rocíos, desde la mirada inicial de un gato sin maullido con que empieza la obra. En 64 minutos se deshilvana y discurre un poema visual inspirado en uno escrito y motivando esta interpretación poética. Obra esencialmente activadora de la capacidad interpretativa de los sentidos, en constante interacción: cuando escucho veo, cuando huelo recuerdo, cuando recuerdo imagino, cuando imagino me veo en estas imágenes tejidas entre sueños. Uno de los logros de Fontán y el fotógrafo Luis Cámara es haber llegado a compartir un viaje mutuo, sin ningún exceso tecnológico, empleando únicamente disolvencias a un ritmo adecuado para guiarnos por la frontera de un constante despertar imposible o un continuo atardecer suspendido. La película respira desde el fondo del espejo de la cámara un vaho evanescente, que nos permite revelarnos algún misterio personal, perdiéndose en el interior de nuestra propia mirada. El sonido atraviesa el filme, es una aguja sórdida que cuando quiere lastima el silencio. Imagino a Borges escuchándose con los ojos ni dormidos ni despiertos, y recuerdo el verso de Alejandra Pizarnik: “Contemplar el mundo a través de una alcantarilla puede ser un punto de vista, pero la verdadera rebelión consiste en contemplar la rosa hasta pulverizarse los ojos”.

     Escribo solamente sobre estas tres películas porque son las obras que más exaltaron mi admiración. También escribo, mientras recuerdo la noche en que la calle de las trabajadoras sexuales, en  el barrio los Tanques, se transformó en un cine abierto con proyector y audio de primera. Luego de la exhibición del largometraje Colombian Dreams, una de las treinta y tres películas invitadas a la muestra paralela, las madres prostitutas se fotografiaron con estrellas de la farándula cinematográfica latinoamericana, como la argentina Mariana Santangello, personaje principal del filme uruguayo “En la Puta Vida”; y  de la televisión colombiana, como María Adelaida Puerta, diva de la telenovela “Sin Tetas no hay Paraíso”. Al mismo tiempo que un loco, desde el tanque más alto, lanzaba cerillos encendidos a la noche cuencana…que empezaba a oler a caramelo maldito.