Andrés Villalba Becdach





SALADÍSIMO

A César Eduardo Carrión,
per agonizzare insieme
                                                       
Como si de sal pagana
y piedras de agua que no lavan
el delirio
se compusiera el individuo
de uno
el caballito mutilado de uno
           uno
que expía como un santo
ebrio de lascivia
bajo la sagrada lluvia
subterránea de las faldas
y el cielo infernal
de una caterva insolente 
de adolescentes desnudas
            uno
que se santigua con esas
tórridas aguas
y agoniza bajo la bruma
de una cicatriz
con extremaunción prematura
 
uno otro el mismo yo:
de pelandruja en suripanta
para apaciguar la inflexible exudación
del muñequito anhelante y erguido
            uno
que muere emparedado
como ese monje loco que escribió
el códex o biblia del diablo
(silabeando el traspié)
en una noche para redimir la culpa
y purificar el pecado
con el viento melancólico
de otras bocas
 
inflamar de gasolina
el ala negra que sale del lomo
y excederse gratuitamente
como siempre:
 
desde el relámpago anterior
al instante
hasta vomitar el ácido
de los bastones que me apuntalan
y parpadear como animal
degollado cuando la luz azul
del alba se oxida
en la garganta del gallo
 
de sal las uñas que mastico
cuando la obsidiana del tuétano
no alcanza para seguir vivo
y desintegrarse:
 
opacidad recalcitrante:
el futuro es una peste repetitiva
del presente
 
y después de tanto mendigar
regreso a esta deserción donde
todo es imposible
y lo único cierto es el paredón
fusilatorio de mi vecino
 
al frente con el cañón en la sien
se remoza la vida
“y que no es tan malo
que no es tan malo”
 
suena el teléfono
nunca responden
nunca respondo
repiquetea furioso
¿quién es quién es?
vibra otra voz arrugada
“quizá no sea tan malo”
pero es malísimo
 
la crudeza de la Realidad es severa
 
sólo pido una canción más
para destapar esta asfixia metafísica
plenilunada
con más lunas
en la nariz que en los ojos:
 
la taquicardia se sosiega en la botella
 
y que ya no entra
que ya nada entra
sólo es cierto este paquete
de clarividencia nostálgica
donde sigo colgado
hasta que llega el correo:
 
es el fulgor
es mi cuchillo ahogado
es mi coartada en un espejo
es mi bestia estocada
 
conmigo
              encima
adentro
             mío
 
y debajo otra lagrimita
y el hombrecito de uno que sigue
rebotando
ando
        ando
ando
 
soy
es un pájaro
 
un avechucho sacudiéndose
la esperma todavía fresca
en la basta del pantalón antes
de entrar gimiendo
al templo rutinario
 
pero nunca más un pájaro.