Esteban Poblete Oña





A Carol

«Ese ateo de conciencia bajó a los infiernos con su cabeza bien alta, cuando le presentaron el Paraíso. 

Igual, el condenado, en el patíbulo.


                -Yo estuve dispuesto a que te alimentes

de mis vísceras. Tú.

«Van a ser tu alivio.»

Porque el hambre se venía.

Que cobijaras con mi cadáver tu cuerpo

-ahora, caracoles y escarcha. La calavera empieza a emanar su hielo-,

                                                                                   en el invierno, la víspera.

Esa saliva dejada a secar alrededor de tu boca,


esa pasta de tus labios, ya se alivia con una humedad nueva,

mientras que brotan dos hilos de sangre

-tus colmillos lograron en esta yugular, tuya-,

hacia ese tiesto temblando en tus manos.

Fue mío el cráneo –ahora mitad-. Tuyo.

Tu hogar, mi corazón,

y alimento.»

(Extracto poético de El Celo de los malditos)