Caminábamos por
el tejado y los agujeros caían, en el agujero mas alto observé que puedo matar
a las pulgas con mi dedo, era un agujero tan absurdo, como la ofrenda floral
que caminaba.
Baje entre las
ramas… en el agujero del suelo solamente observé ojos e incredulidades. Contaminé
mis oídos al descubrir las frases que se proclamaban.
Los agujeros
aparecían en todas las paredes, uno a uno se
transformaban, se
multiplicaban en el tumbado, en la cama, en los paneles, tocaban notas en los
pianos. Podía observar historias - relatos - escenas de humanos,
"humanos", "mundanos" de ciegos y sordos.
En uno de ellos
El Padre miró a su hijo y le tendió su mano, su hijo que poco a poco se
esterilizaba el alma, se alejaba y alejaba y se mudaba a la azotea.
En otro un
corazón explotó, la bomba semidesnuda cortó las cabezas de las flores dejando
un camino de pétalos por los difuntos.
En el agujero de
mi derecha las cruces se izaban y torturaban, marcaban pieles al rojo vivo,
mientras los pequeños uno a uno, en una fila interminable esperaban su turno en
donde les consolaban unas pequeñas borlas atadas a sus zapatos que canturriaban
el credo al ritmo de las campanas de una iglesia cercana.
El agujero de la
izquierda perdía su interés, se abría y cerraba automáticamente intentando
atrapar la sobriedad de los campesinos que labraban el cielo y lo fumigaban con
espinas para impedir el paso de las aves. A un lado los aniquiladores de los
cerros esperaban pacientemente a tener el banquete listo mientras la lava peinaba
sus mejillas en resurrección.
En el agujero de
la ventana, vi a un hombre, con un lunar en la sien, en la que el agujero se
hizo más profundo, dentro una maquinaria extraña se inutilizó llena de
ilusiones paganas e insultos democráticos que cautivaban a una realeza insípida
que se apoderaba de la última gota de sensatez que habitaba en la mediática
luna de la calle.
Mientras tanto la
respiración de un agujero succionaba con estabilidad la vida. La estiraba y la
amasaba conteniéndola en una reserva de hidrógeno, un tanque que servía de
alguacil a los híper alérgicos de vida. Este agujero era peculiar, engendraba
más agujeros que nunca encontraban sustento en la asfixia, nunca respiraban sin
desnudarse, sus ropas caían en cascadas, sus pieles se desvanecían, su sangre
brotaba, sus huesos se calcinaban... el esternón solamente se inclinaba al
recostarse en sus consuelos...
En el sillón los
agujeros salpicaban, bailaban, se subían al carrusel y asistían al circo, en la
escena manejaban al pueblo, las almas en pena vagaban sin entender porque?
En un agujero
cercano los llaveros eran guardianes de las luces y las cajas fuertes, las
cuales roncaban de negro a la humanidad.
En un agujero
lejano una mujer gritaba eufóricamente al Sol: - Solo podré encantar a la
pureza, en la mujer que soy!
Otra a su lado
sonreía y lloraba, sonreía sus alegría y lloraba sus debilidades.
En una esquina
“el arte” brotaba silenciosa, en su lema decía: -Las palabras son redundancia.
Los huracanes
azotaban los agujeros del jardín, en cada uno de ellos había un hombre que
trepaba a un árbol para gritar en su copa su desesperación! Se agarraba de los
pelos en autodefensa, otros abrían unas ventanillas gruesas de servicio en las
que regalaban bonos de felicidad.
Te llame, te
llame y tu no me respondías, te había dejado en el tejado, los agujeros no
paraban de hablar y allí estabas tu, en el tejado...escuchando aun lo que ya
estaba dicho.