Kimberly Chiriboga Sáenz







Boletín y Elegía de la Guita
"Versión libre del poema de César Dávila Andrade"

Je suis Jean Resort, Adlon Kempinski, Bernabé Crainberg,
Jean Paul Chicaiza, Brayan Chuquisaca, Douglas Starlink, Melany Batallas,
Jacinto Stewart, Dylan Agualongo.
Quise nacer y ganar amigos en las afueras de Qatar, New York, San Marino
Sí, mucho quise ganar,
en el Quicentro Sur, en el Quicentro Norte, no en el Ipiales, no en los BBB.
Padecí, como todo guapo de mi raza, en la zona, en la playa, en el Club de la Unión,
discriminación por mi soltura, una cruz con la virgen llena de billetes tenía.
Añadí así, más textura y color al flow de los meseros.

A mí también, huevas, al Johnny Lanchimba también,
Al Prepi Fuentes, a la Nenirri Dávalos también.
En la Plaza del Cinemark, y en otros campos de la cobranza, ah, Ozuna.
Nos endeudaron hasta el hastío el prepucio.
Oh, Rockefeller, señor progenitor de Trump.
Nunca calculamos en cifras tus souvenirs
y al Pent House subimos armados creyendo ser amados,
pensando en la gran cabeza
a regodearnos, riendito en los lagos ausentes del sol.

Y a Patroclo Hilton, heredero de bienes raíces,
en el medio de su hacienda, vimos con cuchillos de carne para sus criadas
inaugurar las botellas dentro de las botellas.
Se obligó a tenernos de frente,
delante de nuestros ternos estrenados.
A cada paso echaba garbo nunca visto y envidiable
hasta que se acostó con muchas rusas salidas
de la mancha de la frente inexorable de Gorvachov.

Y vuestro salomónico presidente
Donaldo Trump, “I sue you”
et moi y other gente que no éramos ni chicanos,
con los otros chiros, chiribogas, jacques chirac,
en definitiva, herederos potenciales y potenciados de Romero y Flores,
le llevábamos los tacos a la mesa limpia como un cuervo viendo al cielo,
para sus deportes desde la piel mexicana que él decía.
Ay, divertido era.
Meanwhile, modelos étnicas de Victoria’s Secret
escondían la semilla del vientre entre su botox y su santa madonna que ella las libre:
A caminar con garbo, perras, a coquetear, a ganarse ese puesto de la vagina.
A chupar pijas a gordos de fango. Decía Donaldo.
A lamer bolas como óxido del mundo –ah, esta gloria sucia como las axilas de Paco Rabanne- Decía Ronald.
Y soportar a los subalternos que no saben, pero
parece que sienten: apellidos italianos más quemados que una pipa de crack.
Nuestras flores de dos muslos,
para atraer al banquero, verdugo venidero,
ángel de la sonrisa más limpia que la muerte, y eso es mucho.

Ya sin paga, sin raíz, sin money-honey,
ya sin hombre de tanto no ser;
sólo el futurismo colgando, celebrando, snifeo de granizo hasta por las mejillas,
llegué pisoteando a los que no existen, ay.
Cuatro semanas de tributo.
Encontré a una mujer partida en dos por el Pato Bateman,
Mujer, convertida en desecho, sobrecama,
Patolín mató dos hijos míos con misoprostol, dijo ella.
Lo amé y lo odié, dijo ella, sin rabia.
Romero y Flores style.

Rockefeller, China dormida, Rockefeller, China
y a la mierda la vida
así subí.
Y de tanto acechar, ya no quería ni Seven-Eleven
por dos millones, Rockefeller, Ozuna, Malumita de my guts,
mis novias existen menos que Siri. Se han torcido el corazón
porque eso es lo mejor. Si te pones tetas en la cabeza.
Había una que era sweet, pero boba,
como sus padres migrantes
creía en diosas, sabes, qué insulto.
Donald dixit.

Ella, dulce ya de tanta cena, dijo:

El perro de los mendigos y el gato de las viudas,
aliméntalos y engordarás.
El mosquito que canta su canción de verano.
El veneno sale de la lengua de las calumnias.
El veneno de la serpiente y el tritón.

Perfección, dijo, sin dientes originales.

Y nos visitaban arzobispos, homosexuales feos y rancios,
como una pera podrida, todes.
Hablaban de caridad con el diablo despierto en la punta de la lengua
Que era la conexión al filo de su ano.
Iguales. Peores que los de dos piernas.
otros decían: "Hijo, amor a Cristo".
unos decían: "Contribución, mister, a trabajar en mi leyenda,
a tejer dentro de iglesia,
cera para monumentos,
aceite para lámparas y condones
huevos de cenizas,
doctrina y ciegos doctrineros
condonar la vaioleishon es el camino”.

Viruela: terrible latina cocinando para los hijos del verdadero dios,
guapa y crujiente como su hija latina.
Así dijeron. Cuánto por aquí.
Y después: Rodd, Michael, Silverstone, Antonio, Mickey,
acciones, elipsis, cienciología, pescado, piedras, ceniza,
mujeres, hija, objeto-video personal
esposa-spoiled bratts, que en tres meses
comerán más dos mil dólares en hijas hermosas de otros.
Y a la mujer, que le den, que coma, que guarde la pietro beretta
cerca de su encéfalo o el cerebro reptil de su amante de Guyanas, ese africano
y su hijo idéntico a Bruno Mars, decía,
noche a noche. Día a día.

Migration took us to evilness, he said.
Ojo a los aviones que deberían explotar.
Hombros al soplo de tu capacidad de no existir,
Mejillas a lo duro de tus gotas, ay, tus gotas.

En management de hoteles trabajó un guatemalteco,
año cuarenta días, con green card.
yo, desnudo, filmaba, encerrado en oscuro estudio análogo,
la claridad murió en las cavernas.
Tuve un gramo de chile guajillo para mi pulso.
Yo era más delgado que Benito Juarez
Pero nunca vendí nada que no sea mío.
Tra-vagué, tra-vagué
Jalé, jalé.

Hice la proforma con que usurparon en corporación los señores,
que le dieron desnudez y plusvalía a los sindicatos.
Y un black friday, amanecí desdoblado,
con vómito de monedas entre cheques y billeteras.
Así, vendí mi alma, llena de plazos,
En la misma proforma de los que nos endeudaron.
Y a un dólar, adrede, lo cambiaron,
entre panzas venosas, escritorios y secretarias.
Y a su nombre, hiciéronme agradecer el hambre,
la sed, los escotes diarios de la banca, y la antiraza de mi condición.
Así avisa al mundo, amigo de mi angustia.
 Di. Da diciendo. Que el FMI te pague.

Y bajo ese mismo Dólar,
negra nube de usureros de lino se armó. Tantos.
Hicieron cientos de edificios.
Miles de herederos sin quijada.
Robos de cuentas. Paraísos fiscales debajo de la cama.
Dejáronme una cuenta magra en el sistema,
sin aval, con mucho arancel... ¡dejáronme!

Y luego en cabarets carísimos donde molían sus sogas,
exigiéronme mis manos verdes
como la constelación de Eurión.
Colegas de cobranza bebieron mi centavo áureo,
Hiel y autos.
¡Y me enseñaron el triste sueldo del trabajador!
y la desesperanza.

Dios Masterdard. Dios Masturbard. Dios Fornicard.
Usted, deidad, no merece ser ni hembra ni varón.
Usted es todo lo contrario de lo que va de la nada hacia la nada,
como el asalariado ahorcado por la ley.
No les busco, pero sólo a ustedes adoran.
¡Wall Street! ¡Ozuna! ¡Bad Bunny!
Si tan sólo supieras, verdugo del futuro de la herencia,
cómo cobraban sin razón
los mismos que besaban tus llagas en el medio de la lepra.

"Longo, chiro y de pata sucia, calzoncillos rotos y medias con monjitas,
longo arribista, cuenta los cuotas a módicos plazos"
1.500, 3.000, 5.400, 7.200, 25.00, 75,00. USD
Así aprendí a descontar, con mi honor y mis hazañas, en tu idioma señor Smith,
y luego levantándome más endeudado que la concha y la verga.
Tenía que lamer el culo y la pinga del prestamista.
"Gracias que tenga buen día, amigo", dije y cerré el cel, lleno de hedor y de pobreza.

En la aduana también,
entre contadoras, abogadas y modelos
había una llamada La Gatita.
Un día se le cayó un smartphone de oro,
Ay, se le cayó en mil pedazos.
Y el auditor Jean Paul Chicaiza, tanto odio para nosotros,
por retorcido de cuentas alegres,
cogióle las nalgas y se la llevó al Tantra.
Ella, ni un gemido, ni una lágrima,
pero dijo una palabra tan suya y tan nuestra: ¡Pagas vos!
Y él, muy cobarde, puso una tarjeta sin fondos
en la bandeja, hasta que estuvo rechazada y luego la besó en los labios,
así, que ella se abrió como un ave decepcionada.
Cinco días le bloqueó,
yo la encontré muerta de iras, en la barra del bar sucio y limpio at the same time.

Y al Tony Balsas, el hijo imaginario del general Balsas, se le iba saliendo el terror
por la homosexualidad escondida,
le persiguieron: un chiquillo con tarjeta extendida y cupo ilimitado
con fuete le perseguía, iba a la cabeza.
Y él, corre que corre, como marica herido
por esas calles de bares, polvo y coca de cal,
hasta que cayó rendido a los pies de tantos efebos.
Amáronle. Amarráronle el pelo a un video porno que lo destruyó entre su familia,
y destrozáronle hasta mitad de enero, en la gran plaza de la moral de la virgen con himen.
Allí le rellenaron la mariconada con sermones y whisky importado.
Él era todo piernas, todo trasero, todo boca:
"San Sebastián, sorry, hermanita, Santito de mis flechas mal puestas, perdóname el gusto de la estrella".
Nadie le vio terminar.

Pero un día pagué la tarjeta. ¡Y ahora vuelvo a endeudarme!
Este vacío es mío,
mío, mío para adentro, como gigolo en un coche.
Mío, mío para arriba, más allá del vigilante de mi edificio.
Vuelvo, ¡endéudome!
Levántome al tercer pago, de entre los chiros!
¡Y de los chiros, vengo!
¡Yo soy Jean Paul Chicaiza! ¡Me too!
¡Yo soy Tony Balsas! ¡So do I!
El banco no es mío pero lo amo como a un becerro electrónico,
la tierra se mueve con todas sus tiendas,
sus carteras, su merchandising.
¡Yo soy el misio de América!
Vengo a reclamar mi estupidez.
¡Rockefeller! ¡Ozuna!
Aquí estoy, aquí estamos.
¡Aquí estoy!





Carlos Viver




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Entro en un cruce de sombras a una velocidad adecuada para una colisión el lector de tarot mira perplejo la carta. ¿de donde viene el futuro? Pregunta el ciego frente a su imagen encapsulada en un espejo roto, el viaje siempre termina en la primera ralentizada de la anfetamina, en las gotas de sudor de la rodada. Mengua la despedida de manos apretadas a tu cintura de jugosas uvas. 
Frente al reloj se arruga la piel y pasa la mente por el replicante que se parquea en la orilla a mirar cuerpos celestes prófugos de algún big bang de supermercado.
Las oraciones vuelan en el humo de hostias incineradas después llegara la lluvia de las primeras piedras desciendo escalón por escalón tras las pisadas del pirómano.



--- o ---


Abres la puerta, bajo una aureola metálica se cuela un picante olor de cigarrillo despanzurrado y pasta base la atmósfera es de cocina y plomo disfraza a los habitantes del miedo aterrizo en medio del lodo y luego de escaramuzas el barullo desnuda al animal encubierto en su lenguaje que apunta a una jerga sin vocales unos labios rojos de trinchera se me acerca y balbucea situaciones muy difícil de olvidar marzo 1997 todo esto sucede al día siguiente de perder la memoria la vulnerable herida se abre y comparto el tránsito de la leve caída de su cuerpo



E. Poblete






GUARDIA NOCTURNA

Con gratitud, a Jael

Hay sujetos con suerte, me repito cuando observo por la ventana de las casas aquellos programas televisados tocantes al fenómeno de lo paranormal, cuando acudo con la impresión de si puedo escribir un día cuentos de terror con aquellas historias de estilo realista como una referencia. En este pueblo se acabaron los libros, y tiendo a la fantasía y al romanticismo que tanto han ido pasando de moda. Pues prácticamente vivo en el cementerio del pueblo y cuando regreso de la ciudad de madrugada, siempre penetro en el cementerio para que los conductores, gente del campo y dada a la superchería, se convenzan de que han trasladado a un aparecido de regreso a su tumba, y ofrezco monedas de oro como pago y cosas extrañas por el estilo, matizándolo con una voz honda y entristecida; pago y no dejo de andar hasta el fondo donde terminan las lápidas, entre el discreto silencio y especie de comedido diálogo que los muertos entablan conmigo, hasta que el derrape de las ruedas de esos vehículos que me traen hasta aquí aquellas madrugadas, indica que cumplí una vez más con mi cometido... ¿Qué es, en esta circunstancia, algo que se pueda parecer a mi cometido?

Pero ahí dentro, por más que penetro y vuelvo a realizar el ademán de salir y aprendo los nombres de las lápidas junto a los nuevos nichos levantados apenas el último mes, no he visto ni oído nada. 

Hay sujetos con más suerte para estas cosas que yo, me digo mientras recuerdo que soy el último fantasma en este pueblo.

Yaruquíes-Chimborazo, julio de 2019



Martha Ormaza






LA VIRGEN DOLOROSA

  
La Virgen Dolorosa de mi abuela materna,  es una escultura española, articulada de tamaño natural; con unos ojos cristalinos tan brillantes que parece que estuviera siempre a punto de verter lágrimas. Mustia reposaba todo el año en la capilla de la casa grande. Se parecía mucho a mi pálida tía Colomba, que interrumpía su lectura para  recibir a las visitas desde una gigantesca silla de ruedas, también articulada.  Tenía  vestidos para todas las épocas eclesiales del año traídos en los viajes de aquí y de allá y como regalo de las gentes del pueblo que aseguran que es muy milagrosa. . Todavía cada Viernes Santo sale de luto en andas para la procesión.

Las mujeres de la familia, obviamente, eran todas de la cofradía de La Dolorosa, comandada por Mamá Rosarito, en su luto de viuda eterna;  los varones, unos más piadosos que otros, todos hacían de cucuruchos.
En la Semana Santa, había más bullicio y más gente que en cualquier otra fecha. Era un acontecimiento que más se acercaba a una fiesta que a un funeral.

No recuerdo haber sentido tristeza. ¡Hereje!, sentenciaba la abuela al tío Beni, entre las risillas disimuladas de los presentes. Se iba a ir al infierno porque había aprovechado el traje de cucurucho para galantear a las sacras paisanas en estado de oración. También le esperaba el fuego eterno, porque le causaba mucha gracia que,  el Cristo oficial al que se crucificara cada año, fuera el “Ojón”, el mudo del pueblo, quien se había apropiado del papel del Salvador hasta la médula y pasara con pasión, con la cruz a cuestas, por todos los rigores del Vía Crucis, y con más caídas de las que sufrió Nuestro Señor.

La huestes femeninas de la piedad transitaban sumisas tras de la matrona de punto en negro entre la casa y la iglesia, la iglesia y la casa, varias veces al día.

Las mucamas, llamadas muchachas, eran las encargadas de las voces más agudas para los responsos y del traslado de los devocionarios, los misales, los rosarios, las velas, los reclinatorios forrados de terciopelo violeta, y más adminículos para el cabal recogimiento.

Ocupaban la abuela y la familia el lugar principal  del antiguo templo.  Las hileras de bancas comenzaban mucho más atrás. Es que mi abuela, además de sus generosas limosnas, les había dado el terreno a las monjas y la ayuda para la construcción de la escuela. Las cosechas de las haciendas eran para la familia la curia y para el pueblo. En ese pueblo los mendigos no conocían el hambre porque todos comían en la casa grande.

Eran tantas las haciendas y producían tanto que habría sido un pecado no compartir esa abundancia. Yo llegué a conocer nueve. Charrón Grande y Charrón Chico, Launa Chico y Launa Grande, Malpán, Zaguán, Capulispamba, Susniag y La Cuadra.

El mayor de mis tíos, mi tío Zambo, dice que había mucho más. Que su padre y su tío Ezequiel, tenían haciendas desde Macas hasta el Nudo del Azuay y desde allí hasta Latacunga por la Sierra.

Mi abuelo Emeterio y su hermano Ezequiel,  eran dueños de Jubal; hacienda gigantesca que iba dese Achupallas hasta el poblado de Macas. La hacienda más extensa de la historia de este país.  Todo se confunde entre el mito y la leyenda.  Son hechos muy viejos, porque cuando mi abuelo Emeterio murió,  mi madre, la última de sus hijas,  apenas tenía cuatro años.

Mi abuela viuda y ultra millonaria, se quedó  a  cargo un continente masculino que administrar, además de sus siete hijos.  Ella no era millonaria, era hija de un respetado escribano que tenía una hacienda,  al  que el pueblo llamaba doctor, porque hacía las veces de abogado de todo mundo. Viudo prematuro y con críos muy chicos se casó de nuevo con una señorita Abad de Cuenca, quien criara a los vástagos entenados con amor de madre y mote pillo. La abuela Rosarito de la noche a la mañana, a los diecisiete años,  era la consorte de un  solterón potentado.

Mi mamá me contó más de una vez, que los abuelos se fueron de luna de miel a Jubal; y que la Rosarito al ver,  en una vaqueada,  tanto ganado, perdió  el sentido y se desmayó.

Cuando todos mis tíos eran chicos aún, murió el abuelo Emeterio dueño de todo, porque el tío Ezequiel, su hermano había muerto primero,  soltero y sin descendencia, aunque con algunas señoritas herederas de último momento. 

En la dictadura del treinta y ocho le adjudicaron Jubal a un asesor del dictador. Pero como lo mal habido se lo lleva el diablo,  la hacienda se esfumó y mi abuela se dedicó a las otras. Ganado de lidia, de carne y de leche. Quesos, papas, caña, frutas y trapiche. Desde el páramo hasta el río Chanchán, las haciendas producían todo y en todos los climas.

No sé cómo lo hizo. Cientos de trabajadores, nueve haciendas, siete hijos, un séquito de empleados y la comercialización en la Costa, los quesos, el trapiche, caballos, mulas, el páramo y los malos caminos en el invierno. La Rosarito pudo con todo, con sus hermanas mal casadas y sus sobrinos, con sus siete hijos, de los cuales una nació con parálisis progresiva, con los mendigos del pueblo, con los curas y las monjas, con el terreno para el dispensario médico. 

Pudo con la educación en el extranjero de sus hijos profesionales, con las carreras de sus sobrinos y ahijados,  con el matrimonio de las tres hijas, la soltería y la parálisis total  de la Colombita y su deceso. Diecisiete habitaciones conformaban  la casa grande, donde vivía el marido separado de la hermana de mal carácter, el comisario, la profesora laica, y todo funcionario de la zona, porque el pueblo no contaba con un hotel.

La casa grande era un silo donde muchas manos se movían para desgranar, ensacar cereales, amasar el pan, matar ratones y degollar gallinas al son del rezo del Santo Rosario y las letanías en latín inventado.

 De cómo llegó La Dolorosa  a ser parte de la casa grande hay  muchas versiones que se han perdido en los tiempos de los galones tripulados por santos. Mi papá asegura que esta imagen no es la original, que esa se volvió cenizas en un incendio de la capilla.

Lo que sé es que yo dormía con mi abuela que olía a talco de rosas; que al pie de la cama dormitaba la Pelusa, mi perra castellana,  con la que corría por los inmensos corredores,  patios internos y jardines. Quieta  y jadeante esperaba que yo terminara mi rezo a la Virgencita,  que silente sufría entre los sirios de la capilla de la gran casona.

Juntas, la Pelusa y yo,  partíamos tras las portentosas mujeres de negro cuando arrancaba, con trompetas lúgubres, la procesión de la Virgen Dolorosa.



Gloria Narváez






"Esperando la Resurrección"


... voces milenarias  
espontáneas  
brotan cual cascada densa y liviana 

transmutación vitalizada mirando a todos los lados... 

hablando bajito  
hablando sin gritar 
revertimos el tiempo de la ira... 

mirando afables hacia adelante y hacia atrás 
tocando el instrumento de una vida... 

confiamos con absoluta fe  
en la resurrección de los muertos 
en el retorno al lugar amado... 

confiamos además que haya pretextos para volver a vernos 
aunque sea por un instante... 

aunque sea entre niebla y bruma  
pero ausente el abandono 

jardineando entre flores y estaciones 
esperamos un desentierro anhelado 

esperando cada noche la resurrección...