GUARDIA NOCTURNA
Con
gratitud, a Jael
Hay sujetos con suerte, me repito cuando observo por la
ventana de las casas aquellos programas televisados tocantes al fenómeno de lo
paranormal, cuando acudo con la impresión de si puedo escribir un día cuentos
de terror con aquellas historias de estilo realista como una referencia. En
este pueblo se acabaron los libros, y tiendo a la fantasía y al romanticismo
que tanto han ido pasando de moda. Pues prácticamente vivo en el cementerio del
pueblo y cuando regreso de la ciudad de madrugada, siempre penetro en el cementerio
para que los conductores, gente del campo y dada a la superchería, se convenzan
de que han trasladado a un aparecido de regreso a su tumba, y ofrezco monedas
de oro como pago y cosas extrañas por el estilo, matizándolo con una voz honda
y entristecida; pago y no dejo de andar hasta el fondo donde terminan las
lápidas, entre el discreto silencio y especie de comedido diálogo que los
muertos entablan conmigo, hasta que el derrape de las ruedas de esos vehículos
que me traen hasta aquí aquellas madrugadas, indica que cumplí una vez más con
mi cometido... ¿Qué es, en esta circunstancia, algo que se pueda parecer a mi cometido?
Pero ahí dentro, por más que penetro y vuelvo
a realizar el ademán de salir y aprendo los nombres de las lápidas junto a los
nuevos nichos levantados apenas el último mes, no he visto ni oído nada.
Hay sujetos con más suerte para estas cosas que
yo, me digo mientras recuerdo que soy el último fantasma en este pueblo.
Yaruquíes-Chimborazo,
julio de 2019