Respiración




JOSÉ DAVID LARA BORJA.

Nacido y fallecido en el valle del Chota a principios del siglo XX y muerto en la década de los noventa.
Excelso músico de bomba, construía sus tambores como muchos bomberos de antaño con piel pelada de cabra a la que  flexibilizaba con agua a la sombra y humo de hierbas, hacía sus delgadas cuerdas de cabuya para tensarlo y afinarlo, y buscaba madera de penco de 13 a 15 años para el marco y caja de resonancia , terminaba de armar el instrumento con dos aros de metal o madera para sujetar las cuerdas que agarraban la piel en los dos lados de la caja de resonancia, a lo que llaman los bomberos,  cielo y suelo, un bombero llama cielo a la parte que va a golpear con sus manos e interpretaba ritmos de su época como pasillos, san juanitos, albazos, yaravíes,  etc., con sus arreglos de bomba que son afrochoteños.
Con su bomba acompañaba a la banda mocha, bandas de metal, bandas de la policía y el ejército, grupos de bomba. Pero si tenía que tocar en solitario no había problema era todo un genial músico que se bastaba solo, improvisaba y era creador.

En una época en la que no existía luz en el Valle del Chota se podía escuchar la música de las fiestas de pueblo a pueblo a gran distancia. Y si se deseaba ir a una, solo había que caminar hacia el sonido de la música y el barullo, muchas veces se tenía que cruzar el río Chota para ir al pueblo enfiestado de la otra orilla.

Una noche en que José David Lara arribaba a su casa en su pueblo llamado Pusir Chiquito, se encontró con un pequeño individuo que llevaba puesto un sombrero muy grande que lo esperaba justo al frente de la puerta de su hogar, estaba allí esperándolo para retarle así nada más a cualquier cosa, lo retó primero para jugar a la baraja, José David no jugaba a la baraja y no aceptó el reto, lo volvió a retar para ver quien tocaba mejor la vihuela (guitarra) y José David volvió a responder que no la tocaba así que no aceptaba su reto, pero  el hombrecillo insistía obstinadamente y por tercera ocasión le retó a tocar la bomba para ver quién era el mejor, José David quien sabía que era uno de los mejores para tocar este instrumento, pues siempre le invitaban e insistían a que toque en fiestas patronales, familiares o simplemente toque, aceptó de inmediato y ejecutaron sus ritmos con una energía extraordinaria desde el principio, pero José David al fijarse en la bomba del hombrecillo que lo tenía sentado al frente de él, vio horrorizado que no tenía suelo.

Solo la bomba de un duende no tiene suelo, eso le habían dicho viejos bomberos, entonces con quien estaba enfrentándose era con el mismísimo duende, esto significaba que no podía parar e irse pues perdía el reto entonces no había otra opción que vencerlo a como de lugar o lo llevaba al mundo de los duendes que para él era el infierno, se estaba cansando de tantas horas de tocar, sudaba y se persignaba a cada golpe de mano sobre el tambor desde que supo que era un duende el músico que le retó, eran tan fuertes y veloces los golpes esa noche que en varios pueblos se los escuchó con intensidad mayúscula y creían que se celebraba una fiesta, amanecía y el duende vio que no podía tocar mejor que José David y dijo: “Esta vez no me llevaré un alma conmigo” dicho esto se levantó para irse y desapareció. La pareja de José David que había estado fuera de casa vendiendo leche de cabra, llegaba esta vez muy temprano por la mañana y lo encontró tirado en el piso temblando, con espuma en la boca, los ojos desorbitados y respirando con dificultad, le limpió la espuma, lo acomodó para que respire mejor, le puso agua bendita en forma de cruz en la frente y el pecho y oró en latín el credo por su alma, la mujer era rezadora; José David se recuperó, pero esa noche no la olvidarían en muchos años los que escucharon que la bomba de José David tenía un sonido excepcional junto a otra que le hacía dúo. Así nació la leyenda de este músico que lamentablemente falleció en la pobreza y el olvido.