Silvia Stornaiolo / ¡Mi padre es un pintorzaso!





F.L.I.
En vez de pierna de palo, pincel, pensaba mientras en el camino uno le gritaba: -maestro maestro, y sentía que sus manos se convertían en brochas al saludar modestamente, y no, el paisaje ya no era el mismo, la ciudad se estaba convirtiendo en enemiga, no podía ser de otra manera, pues tantos amigos habían cambiado el color del ambiente, mientras menos metes mano, menos la cagas, se decía al sentirse cada vez mas lejos del lienzo, la tela ahora será cobija o sabana, el arte se está desvaneciendo, irónico, ya ni las montañas pueden, ni las calles dejan, tiene ganas, hambre, ansiedad, el color de la carne no está en un tubo, el olor de la carne es lo que tuvo, ahora la dialéctica de la ternura, a desempolvar la pasión día a día, emprender la voluptuosa y arrolladora fantasía de amar será el sostén y el calzón de esta envergadura.


        Hay unas cuantas especulaciones, conjeturas, entrevistas y proposiciones, todo inútilmente interesante, exageradamente caótico y un tanto farandulero, en todo caso agradable, honroso digamos… esto de la fama de papá, un hombre que supera todo eso solamente con su sonrisa,  la más tierna que he visto. 

        Mi padre nació en 1956 año en que Estados Unidos decidió detonar un montón de bombas atómicas por las puras, Aretha Franklin edita su primer álbum con tan solo 14 años, Buddy Holly edita su primer sencillo, Blue Days, Black Nights. Nacen María Isabel PAntoja Martin, tonadillera española, Alejandro Nava, pintor mexicano. Mueren Emil Nolde, pintor expresionista alemán y Jackson Pollock, pintor estadounidense. Y como dato curioso cinco misioneros protestantes de Estados Unidos fueron asesinados brutalmente por indígenas Huaorani en Ecuador, los miembros de la tribu usaron lanzas para matar y descuartizar a los hombres…

        Es segundo hijo del Dr. Bruno Stornaiolo y de la Sra. Ángela Pimentel, el Dr. Psicólogo clínico, sexólogo, consultor de parejas, y periodista, creador del test stornaioloalter10 que consiste en reinterpretar en positivo, de la teoría del celofetichismo y pionero en la Psicología del Deporte.  Ella posiblemente la mujer más versátil del país, desde arreglar el cableado eléctrico hasta confeccionar los mejores vestidos para barbie, cubrecamas de dos y tres plazas tejidos a mano,  abrigos de piel y ajuares enteros, pasteles de chocolate, fruta, vainilla, nuez, caramelo, cada uno más rico que otro y después te pregunta si se te antoja una humita o empanadita de viento…

        Tengo entendido que el afán pictórico nació con él, hubo episodios que demostraron eso desde muy temprana edad, empezando porque resucitó a los dos años después de una muerte momentánea, minutos en que perdió el conocimiento, boqueó, viró los ojos  y se fue, causando un terror  terrible en mi abuela, que de rodillas le rezaba a la virgencita, aparentemente había ingerido acetona.  Sé que esos minutos él fue arriba, y vio lo que tenía que hacer acá abajo así que decidió regresar.
       
        Después de eso disfrutó de una niñez tranquila, obviamente cargada de los clásicos mimos y berrinches que aún mantienen la misma tonalidad.
A los 12 años comenzó a hacer caricaturas de los principales deportistas de Quito, que se publicaban en el diario “Ultimas Noticias” recibiendo 5 sucres por cada una.

     En  la adolescencia el dibujo, el futbol y la música fueron elementos de gran importancia, era un gran arquero, procuraba usar una capa para poder volar y atajar la bola. Tocaba la guitarra en la banda del colegio Spellman.  Sé que era muy tímido, me lo ha contado, siendo tan alhajito y talentoso probablemente pasaba por vanidoso o antipático, pero no, pura vergüenza, ahora cuando conversamos me dice que era un joven sencillo y que ahora, a estas alturas, finalmente ha descubierto el arte de la seducción.

        Conoció a mi mami porque alguien los presentó, tenía que pasar seguramente, creo que fue un amor loco, bueno, eso me dicen los miles de retratos que encuentro de mi hermosa mamá, en papel, al óleo, sobre madera, tela, pasteles, carboncillo, acostada, sentada, vestida, desnuda, disfrazada, embarazada, cantidades de ellos, supongo que así la enamoró, ella era muy libre, viajaba como si no hubiera que parar de hacerlo, no se estaba quieta. Hasta que, claro, aparece quien cuenta esta historia en el vientre de Nelly Witt, la bella azafata que tuvo que bajarle el ritmo a su vida para convertirse en la Sra. Nelly de Stornaiolo, mujer valiente que luchó como ninguna por sacar adelante al pintor,  puerta a puerta los cuadros para vivir, trasnochadas en la misma pose para el retrato perfecto, a capa y espada la vi, no solo ser la musa sino la heroína de la incipiente familia.   Habían decidido que sí se podía vivir del arte, quizás sería más duro pero más lindo, en cierto sentido supongo que fue  así. Entonces compraron un terrenito en las ruinas de Rumicucho, lejos, muy lejos de la sociedad, no había más que arboles y tierra a algunos kilómetros a la redonda, no teníamos agua, ni teléfono, ni luz, al principio.  Recuerdo una cabra y una viejita que la llevaba a casa para darnos la leche fresca.  Tierno y trágico ¿verdad? y mi papi pintaba como un salvaje y mi mami estaba ahí apoyándole con cuerpo y alma, eran felices, era yo la que no entendía nada.




        Recuerdo con inmensa nostalgia (suspirando y cerrando los ojos), la hora de los deberes, sobre todo al principio del año cuando debía dibujar las carátulas de los cuadernos, él las hacía obviamente.  En un cuaderno de  historia dibujó a Simón Bolívar en un caballo seguido por unos 10 soldados con sus armas, mi mirada atónita en esos momentos, ver cómo se deslizaba el lápiz Staedler HB 2  en la página primera del cuaderno Norma de líneas con tanta sencillez como si fuera fácil, encantador y mágico movimiento de una mano que parecía Carla Fracci en escenario. Y los colores, en ese momento para mí, él estaba inventando los colores.  Cómo quisiera tener ese cuaderno ahora.

Después de 7 años de leche de cabra, largas caminatas, muchas “mucha tres” aquello que llamaba papá a un beso que nos dábamos bajo la luna llena mi mami, mi papi y yo, la radio a pilas que entonaba un blues en el taller toda la noche de inspiración, taller cuya pared daba a la de mi cuarto y como él sabía que yo tenía miedo en las noches, usábamos una especie de código de golpes en la pared: pum pum pum, el con una brocha, pum pum, yo con la cabeza de la muñeca y me quedaba tranquila.

        Fuimos a vivir a un edificio verde en una plaza donde también se encuentra la Iglesia de Santa Clara de San Millán. Solíamos ir a misa los domingos, y comprábamos chupetes arcoíris de esos que van cambiando de color a medida que los vas chupando, nos encantaba ponernos cada uno en la esquina de una cuadra y correr a abrazarnos en la mitad, para mí era uno de los momentos más emocionantes del día, para él, entiendo que una especie de liberación, creo, pasaba encerrado en su taller pintando todo el día y esos ratos, que hacíamos como en las películas,  en “cámara lenta” debían representar algo así como una catarsis.

        Poco tiempo fue el que pasamos en ese departamento, enseguida, gracias a mamá, fue que fuimos a vivir a Australia, un tanto lejos, la verdad. Complicadón resultó ese viaje, pero trajo muchas ventajas a nuestras vidas, dejamos de ser tres, llegó Angelita, gran ilusión a la vida de los “stornaiolowiltos”, el mejor regalo, una hermanita tipo muñeca.




        Mi padre pintó muchísimo, le dieron un trabajito en la corte, en la Corte Suprema de Melbourne, debía retratar a los implicados en juicio, era majestuoso el asunto, solemne a morir. Usaban unas pelucas blancas con rulos, vestidos largos estos señores de la ley, y se levantaban y sentaban con bastante frecuencia, como en misa.  Mi papi estaba ahí dibujando los gestos del acusado, del juez y del abogado, rapidito cambiaba de pagina con una agilidad única. no recuerdo cuanto le pagaban, pero enseguida desistió y volvió a la vida del tallercito, que siempre fue igual, ese territorio, donde quiera que fuera era exacto, olía igual, se veía igual y me daba siempre la impresión de estar en el lugar prohibido.  Creo que fue mi madre o el mismo Luigi que me hicieron desde siempre sentir que ese lugar no era para mí, o porque podía dañar  o romper algo, o porque podía causar la peor fatalidad de todas: distraer al artista, quitarle su inspiración. Ante estos dictámenes siempre fui muy prudente y sí, espiaba por la rendija o por algún hueco en la ventana, veía desde lejos en esa clásica posición  como que de cabeza gacha para un lado.  Podía entrar, claro, pero cuando me quería hacer un retrato, y era muy agradable estar ahí en ese pequeño mundo de colores, melodioso. Era fascinante advertir la llegada de la tela en blanco y a la mañana siguiente un universo plasmado ahí, exacto, con las expresiones y el manierismo atentando mi vulnerable infancia, dándome las razones tajantes de por qué hay tanta gente de más, y entender de una vez por todas que mi padre lo tenía todo muy claro.

        Sí, quiso que yo pinte, y sí intentó enseñarme algo, a mí no me gustaba, no, mejor dicho; no me salía y esa frustración me sacaba de mis casillas.  Entonces íbamos a jugar tenis, a veces una tarde entera, en una cancha armada en la sala, con unas sogas en el medio que hacían de red.  No tengo muy claro cómo nació este pasatiempo, pero era un gran ejercicio, si no me equivoco eran las tardes que mamá salía a trabajar en un hospital y yo me quedaba en eso, el intento fallido de dibujar, el tenis que también terminaba en berrinche porque siempre me ganaba y finalmente el abrazo en el medio del medio que cerraba con broche de oro poco a poco la veloz infancia.

        El regreso triunfal a Quito, tuvo sus consecuencias, muchas de ellas positivas, como el taller en La Floresta espacio donde cuadrazos como: Espectáculos energumenescos de gente ebria en noche plenilunada, Baile de amplio como de reconocido prestigio en el medio entre otros, fueron confeccionados.

        La pintura de mi padre, evidentemente está cabreada, hay un disgusto poderoso con la sociedad, y tiene toda la razón, el ser humano es una grosería, una menudencia y en esta ciudad ni se diga. Él no está cabreado, no tiene disgustos mayores, no pelea y se lleva muy bien con todos. Los dos me fascinan, a los dos contemplo con mucho respeto, me enseñó que existen esos dos mundos y que eventualmente hay que explotarlos.
       
        La desnudez y la caricatura se conjugan y  generan una mueca irónica que termina en asombro, en risa, espanto, en compresión, o en todas. Provocar eso (sin querer hacerlo) es parte del talento de papá, los colores, la locura, la ternura, la habilidad, el círculo lúbrico del gran talento de papá.

        Todo pasó muy rápido, me hice grande y madre al mismo tiempo, Tomasito, mi hijo, me recompensó con su habilidad en el dibujo, (y miles de otras cosas) cayendo yo triunfal ante aquella cabeza gacha y lanzada del lápiz frustrado de años antes, en los intentos de Luigi de enseñarme a dibujar.




            Ahora hemos llegado a fundar una amistad eterna, un fuerte acolite, tenemos mucho en común, y a la vez una cantidad de temas por discutir.  Mi padre es un hombre maravilloso, sensible, humilde y cariñoso.  Es muy inteligente, un gran conversador. Algún día llegué a pensar que sabía demasiado, debe ser que ha tenido la suerte de estar en el lugar correcto en el tiempo correcto y de acertar cabalmente, de tener el tino adecuado. Me encanta que sea mi papá, lo amo con locura, y cabe recalcar, es un pintorzaso! Eso de ley.