Para vos, rey.
Él trabajaba en una fábrica de peceras,
tenía un puesto importante, y quien diría, bastante ocupado, hacían peceras! Y
lo odiaba con toda su alma, su malgenio era lo más importante y había que
respetarlo, llegaba tarde a casa a destrozarlo todo con la ira de quien hace
muchsisísimas peceras, y el agobio del papeleo de las mismas y su jefe, ese
gran hijo de puta, amante de los peces de colores y precursor de encerrarlas en
esos envases de vidrio tan modernos, tipo mar en miniatura con buzos de
plástico y algas inclusive.
Aparentemente me quería, pero no tanto,
“no era taaaaan malo” como el diría, me quería pero de una torcida manera, sin
mimos digamos, sin amor, amor desamorado, como en blanco y negro, y yo me había
cansado de buscar el color, habían momentos en el día o en la semana que unas
pinceladas me tentaban pero en seguida realizaba que eso estaba fuera de la
película, armada con tanto esfuerzo por 20 años, con los mismos diálogos
mañaneros y tardesinos, con el mismo elemento, compuesto y definición, con las
pocas fuerzas y ganas pero ahí, dándole, una lucha confusa de contra
pared, a la que de alguna manera me había aferrado como ventosa.
Amor, estoy embarazada le dije, ya eran
tres meses, y en ellos no había encontrado el momento adecuado o preciso para
poder hablarle al respecto, siempre tan enérgico y desgastado, encerrado en el
baño cagando mucho más tiempo de lo normal, en su teléfono, en su mundo de
dolor por las peceras y todos sus inconvenientes. El no quería tener
hijos, eso me había dejado clarísimo el día que nos casamos, en nuestra luna de
miel, clarito lo imposible de reproducirse, tenía teorías bastante acertadas en
cuanto a lo absurdo de la reproducción y sus consecuencias, me convenció de tal
manera que adopté dichas teorías como mías, y las aplique con todo conocido,
siempre quedando como esta mujer definida y fuerte que en realidad nunca fui,
seño fruncido, lápiz en mano, gesticulación acelerada y las palabras que se
desbordaban de sabiduría en cuanto al tema, y enojada, punzante, tener hijos
podía ser el peor error de tu vida! A gritos. Amor, estoy embarazada, le
dije y sus ojos se abrieron tanto que parecían dos bocas extras en su cara,
pálido verde era el color que puedo describir y venas, muchas de ellas saltando
en su frente y manos que al alargarse como para querer ahorcarme pero no, creo
que se aguantó y le dije que definitivamente no era tan malo, taaaaaan malo
como seguramente lo nuestro. Y se fue, azotando la puerta y dejando ese
sonido en mi cabeza hasta los días de mi muerte, puerta vieja y chirriante, la
del cuidado, porque estaban tan oxidadas las bisagras que la manejábamos siempre
con delicadeza, qué estruendo! el estruendo de lo que no iba a ser nunca,
porque no tuvo que decir nada para que yo entendiera que eso no iba a pasar,
eso, el fruto, el hijo, lo que estaba ya formándose dentro de mí, no iba a
salir con vida de esta.
Y le llamé, esa misma noche le cité en
ese restaurante italiano en el que una botella de vino con una tabla de quesos,
costaba lo suficiente como para poder pedir tres y emborracharnos, amarnos y
pelearnos como de costumbre, porque eso si, después del amor alcohólico venía
siempre la pelea de la resaca y ahí si era tan malo o más, lo rescatable del
restaurante italiano era que cuando estábamos ahí, ya con más de media botella
adentro, nos queríamos, nos tomábamos de la mano inclusive, nos mirábamos a los
ojos y nos contábamos algo, o por lo menos recordábamos lo años de nuestro
romance, cuan chicos éramos y cómo nos escapábamos de nuestros padres para
hacerlo al amor a la manera adolescente, entre risas y vergüenza.
Amor, quiero seguir estando embarazada, en
el restaurante italiano del amor, que quedaba a dos cuadras de la fábrica de
peceras, me vio con esa cara que deben tener las bombas a punto de estallar, y
me dijo, que pensaba que yo ya debía haber solucionado ese asunto como las
otras dos veces, que de hecho el pensaba que esta cita era para festejar el
desencuentro con la paternidad, y bueno, qué vas a hacer al respecto?, nada, le
dije, quiero tener este hijo, por qué no? Creo que es hora, ya me estoy
haciendo vieja y después…. -Y después nada, si quieres seguir conmigo
como habíamos acordado para siempre, lo mejor es que te deshagas del asunto
tranquila, cuanta plata necesitas? Si quieres te acompaño, pero no no no y no,
es definitivamente imposible y se acabó la conversación. -Dos cestas de pan por favor y la botella del
vino de la casa, los quesos no los queremos esta vez.
Lloré, lloré convencida de que algo
estaba mal, mi fortaleza y conciencia, toda esa certeza que tenía de ser, se
fue directamente a la mierda, lloraba camino a la farmacia, lloraba mientras
pedía as pastillas, dos por la boca y dos por abajo, me dice el gordo asqueroso
de la farmacia, gordo sudoroso que sabia para que eran las pastillas pero no
quiso ser discreto, “dos por abajo” imbécil, lloré mientras pagaba con monedas,
una por una las fui contando en su mano, lloré mientras caminaba de regreso a
casa, y todo se veía oscuro, Quito lluvioso de nuevo, los parques, la gente, la
6 de diciembre, qué calle tan complicada, quisiera caerme en un bache o
simplemente que me pise el bus, lloraba mientras empañaba las gafas y los mocos
me taparon por completo la nariz, tenía que respirar por la boca, gimiendo,
esto no es para mí, lloraba mientras me tomaba las dos pastillas, llorando
metiéndome las otras dos, llorando esperando lo que tenía que pasar, un
desangramiento severo con harto dolor en el bajo vientre, y no, no paso nada de
eso, es una señal pensé, debe vivir.
Amor, sigo embarazada, le dije cuando
llego refunfuñando por algún papel o pez o alga de plástico, otra vez los ojos
boca y las venas, tiró la puerta pero esta vez la de atrás de la de la cocina,
arrancó el auto rapidísimo, y a los poquísimos minutos regreso con 4 pastillas
más, -y si me muero? Pregunté, esto es bien fuerte! -Qué te pasa?, tomate ya,
así mañana estamos mejor, -mejor?, lloré en el baño con el mismo ritual, lloré
en la tina hasta que el agua se hizo helada, seguí llorando del frío un rato
más, lloré con la toalla, lloré mientras me ponía la pijama, lloré hasta
quedarme dormida, y nada, nada de eso, increíble, ni una gota de sangre ni
dolor, qué cosas no?
En el desayuno a punto de repetir la
frase que amor pepe hubiera odiado con todas sus fuerzas, me encuentro con una
nota en la mesa, y 4 pastillas más: Amor: métete, tomate o lo que sea, pero
pilas, te quiere, tuyo pepe.
Tuyo pepe, y yo que seguía con la
lloradera metiendo y tomándome cosas que seguramente me han hecho mucho mal,
pasé el día en casa esperando morir desangrada, pero nada, entonces, me
fui al médico.
El Dr. Guzmán, posiblemente el más viejo
de los médicos del hospital, tan anciano el hombre que no podía articular bien
las palabras, pero eso sí, se acordó clarito por mi apellido que yo era la
nieta de su gran amigo gran, el más amigo del colegio, que buena coincidencia,
niña en que le puedo ayudar?, para qué soy bueno? y risas de dientes
amarillo/café, historietas del ayer, travesuras en la escuela con mi abuelito,
qué buena persona era!, a ver Dr. Guzmán, le cuento que me he tomado y metido 6
pastillas de estas, enseñándole el blíster vacío, porque mi amor pepe no quiere
que me atreva a tener un hijo, porque claro, la reproducción es un terrible
equívoco en estos tiempos, y los ojos más grandes que los ojos boca de mi amor
esposo, -Qué cosa tan terrible! ya no se puede hacer nada mija! Qué
ocurrida! Qué es lo que tiene en la cabeza? y siendo de tan buena familia,
criada por el gran amigo más grande y bueno del mundo, milagro que esté de pie,
eso hace daño, mucho daño, han descontinuado este medicamento hace rato,
muertes y deformidades! Qué le pasa! Y es que Doctor no hicieron efecto las dos
primeras, como en veces anteriores tan sencillo y cómodo, sin salir de casa, -En
veces anteriores? Cuántas veces ha decidido usted quitarle la vida a un ser tan
suyo como lo suyo? Ahhh su abuelito se sentiría tan mal con esta noticia, qué
en paz descanse! Tan inteligente y simpático, qué bueno que no tuvo que
enterarse de esto jovencita, lo que usted ha hecho es tan brutal como el
asesinato, y de esta manera! Atentando contra su vida también. -Es
que Dr. Lo que usted no entiende… NO! No voy a entender nada, solamente le voy
a decir que lo que usted ha hecho traerá grandes repercusiones en su cuerpo y
espíritu, esto acaba de mal formar de una manera espantosa a su hijo no
deseado, no lo va a poder tener porque lo acaba de dañar, como se daña un
juguete, pero usted ha jugado con la vida, que se cree, Dios? Le voy a
dar el número de mi amigo, el Dr. Pérez que acude a estos casos pero solo
porque ya no hay salvación, y por su abuelo gran tipo, la mejor persona
conocida. Pero antes, quítese la ropa y póngase esta bata, espéreme en la
camilla con las piernas abiertas por favor. Eso de camilla no tenía ni medio,
parecía una cama de tortura. Qué abiertas estaban mis piernas carajo, y sin
escape alguno, expuesto mi sexo como una flor, ni me había rasurado, flor de
pelo y ano, qué terrible y Dr. Anciano con unas gafas de fondo de botella
dándose el gusto de humillarme, hurgando en forma dentro de mí, mientras seguía
hablando del abuelo, del colegio y Dios, y mi espíritu destrozado y mi hijo
deformado, qué momento, y pepe? No existe.
Sacó sus dedos como quien saca cualquier
cosa, pero para mí no fue tan simple, el sonido de los guantes deslizándose
hace afuera de mí, lo mojado de ese encuentro tan poco agradable, como se sacó
esos arrugados y largos dedos de uñas largas, los guantes embadurnados de mi
fluctuosa secreción y los botó a la basura, esos que me tocaron por dentro,
hacia adentro, como se toca al amor, yo tenía muy claro que el amor iba
por ahí, muy ligado al sexo y a lo interno, a la penetración y la pequeña
habitación dentro de mí que seguramente tan calientita estaba que le daba gusto
a pepe amor, cada tanto, tanto a veces que no recuerdo cuando fue la última vez
que lo hicimos. En fin, tenía la deformidad dentro de mí por preceptos mal
concebidos por un hombre que era mío y yo de él, 20 años no es poco, yo estaba
por cumplir los 41, jovencita mis huevas quería gritarle al anciano, pero no,
ya había estado dentro de mí, supongo que eso perdona todo, por Dios que
confundida estoy! Pensé. Me vestí y me fui donde este otro doctor
que seguramente haría algo para salvar mi vida y desechar la otra, y pepe? No
está.
Tráfico, sol, tedio, angustia y
desesperación me acompañaron a voluntad hacia este consultorio al otro lado de
la ciudad, para encontrarme un una fila de llorar, de un montón de
mujeres como yo, a la espera de algo muy parecido a lo mío, sentí una
especie de complicidad con estas féminas, hasta quise dialogar con ellas,
entrar en intimidad, en calor, contarnos el por qué, cómo y cuándo de la
situación, por qué tiene que ser tan difícil? Si alguna de ellas cometió el
error de las pastillas. Pero no pude, de
hecho me quede muda ahí, viendo un cartelito en la pared que hablaba sobre la
planificación familiar y lo favorable que esto puede ser, haciendo familia con
amor y responsabilidad era el slogan, -belleza- Sentí la tensión en mis
compañeras esa angustia sudorosa que tanto me alteraba, ellas hedían a muerte,
pero lo que más me alteró fue la desesperación en sus pupilas, en sus
movimientos, en sus muecas, qué cosa tan desagradable, qué molestia, una de
ellas estaba a punto de acercárseme, era una niña, una jovencita, sin la menor
idea, qué tiempos! extraño no tener idea, el que sabe pierde dicen, yo no sé
mucho aún, tampoco quiero, pero era más entendida que la muchachuela con cara
de limón exprimido que se me acercaba coqueta en busca de una protección y
apoyo, que seguramente yo no le iba a dar, así que no se cuanto tiempo me
quedé ahí, pero salí escapada, corriendo, agitando mis extremidades en modo
protagónico.
Y amor pepe?
Tenía un viaje de peceras, había muchos
de ellos y estaba bien. En los últimos años cada vez que tenía que acompañar a
su jefe a otro país y me quedaba sola en casa, me sentía diferente, rico, de
una manera sutil percibía los colores en mi vida de nuevo, era raro, porque
andaba descalza y desnuda por toda la casa, contenta, escuchando la música a
altísimo volumen, sintiéndola, bailándola, cocinaba cosas que a él no le
gustaban y me las comía en la cama dejando migajas por todas partes para
después volver a bailar sobre ellas, seguramente lo que llaman libertad, cada
vez más seguidos los viajes, cada vez más libertades y darme cuenta de que iba
por ahí la cosa? Si, se fue sin preguntar cómo me había ido con las pastillas,
me llamó apurado contándome que la vida suya es tan cruel que debía
marcharse en el vuelo de la noche, que había pasado por casa a ver algunas
cosas pero que no me encontró, claro el no sabía que me estaba divirtiendo con
el amigo de mi abuelo…. Y qué bueno hablaríamos en 5 días, en su retorno,
siempre tuyo pepe amor te quiero con la vida etc. Quise desprenderme del
sentimiento de la deformidad creciendo dentro y fuera de mi, todo mal me dije,
todo mal, pero, pero, pero, queda esta exclusividad, tengo luz y
canciones por cinco días, mi recreo, lo que estaba aprendiendo era a amar su
ausencia.
No le dije nada por teléfono, no comenté
absolutamente nada, solamente que disfrute, que trate de aprovechar, viajar es
lindo y bueno, suerte, te me cuidas.
Llegué a casa y todavía olía a él, abrí
las ventanas para espantar ese fantasma y sentirme yo de nuevo, sin ser presa
de la catástrofe que es la convivencia, quién es este hombre que pasa conmigo y
me hace tan infeliz con su horrible manera de pensar? Me pregunté, a lo que yo
misma contesté, amor esposo pepe es todo lo que tengo, debería acaso tratar de
reavivar la pasión? No, me dije, para qué? a este punto que pereza. Vuelve a
cada segundo contundente el recuerdo de mi pobre hijo creciendo dentro de mí,
hago un montón de cosas para despistar este pensamiento , todo lo que puedo,
hasta plancho mi vestido, ese bello vestido que se, que nunca voy a usar porque
ya nada, mi cuerpo se estaba derritiendo aparentemente y no había ocasión en
todo caso, así que entre planchando, cocinando, regando plantas, hasta salí a
trotar al parqueadero, ese parqueadero donde alguna vez pepe me pidió que le
chupe el pene para sentir lo público de la concupiscencia, el riesgo, eso hace
como unos 10 años cuando todavía algo quedaba de encanto, y dale que chupa y
absorbe y lame hasta que llegó y lamentablemente sufrí de pánico y asco y
vomité sobre él y no solo sobre su zona genital, todo pepe amor estaba superpoblado
de vomito. En fin, troté en el parqueadero, fui a comprar cigarrillos, me los
fumé todos, y nada, el pensamiento estaba, latente, como un martillo, ahí,
potente, prepotente, preponderante, fuerte, doloroso, agobiante, cruel y
recordé, en la calle América hay un letrero enorme en un edificio tan viejo que
se cae, que dice en letras gigantes OBSTETRA, esa es! Ahí es! Vamos a ver qué
me dice esta persona que publicita lo que hace tan frondosamente, vamos.
Subí por unas gradas de madera que
sonaban feísimo, cada paso que daba me recordaba que estaba ahí, con
intenciones desastrosas y anti espirituales, pero con paso firme, ella, una
señora en realidad desagradable, con facciones cuadradas, duras, frías, me hizo
sentir peor que las gradas, muy grosera, me dijo que tome asiento y le espere,
con una vos ronca y áspera, la esperé por un buen rato, viendo los diplomas
pegados en la pared seguramente falsos, no podía ser de otra manera,
universidades que en la vida había escuchado. Cuando regresó se sentó y no
dijo nada me quedó viendo como esperando que yo sea quien inicie la delicada
conversación y claro, lo hice, le dije todo el cuento de las pastillas, pepe y
su negación, el Dr. Guzmán y de pasito le conté lo de la fila en el abortero
del Dr. Pérez, a lo que me dijo que no debería hablar así, que eso sigue siendo
ilegal en este país y que en ese mismo momento le jure que no daría su nombre a
nadie o que me levante y me vaya y me hizo firmar un papelito de
confidencialidad, y yo pensando en que ese letrero tan grande frente a uno de
los chongos más depravados de la ciudad no podía ser más delatador, pero estaba
cansada y si le argumentaba eso seguramente me echaba a patadas, había que
hacer esto. Le conté que estaba preocupada por la criatura y el posible daño
que las pastillas por arriba y abajo le hayan podido hacer y se me burló fue
muy al huevo eso, porque se rió de mi como diciendo que igual estaba ahí y lo
iba a matar, (digo lo, porque estoy segura de que hubiera sido hombre), y me
molestó eso, así que entre a la nueva camilla de tortura, esta, un poco más
sucia, le pregunté si me iba a anestesiar y se volvió a reír, argumentando que
si me moría en la anestesia ella se jodía y que eso no se lo puede permitir,
para esto yo ahí, en mi flor de pelos, vagina y ano expuesta de nuevo, con una
sonda que goteaba el suero, seguramente por que usaba siempre la misma y el
sonido aterrador de una especie de aspiradora que enchufó como quien enchufa el
secador de pelo, no puede ser tan fácil todo! Pensé, que fuerte hijo de las mil
putas! y eso que sonaba, ese palo largo con una punta huequeada que era lo que
hacía ese sonido tan brutal, fue lo que entró en mi con toda la aspiración
posible y pude sentir como me masacraban, temblaba, solamente temblaba y
lloraba en serio a gritos, ella me callaba enojada, que si no paras paro yo! y
esto queda peor de lo que está, no puede ser peor, en mi trémulo pensamiento,
no podría ser peor, duró eternidades, se hizo de noche y ella estaba ahí con su
maldito palo raspándome la vida, y yo no podía dejar de temblar y lagrimear,
con miedo, con tanto miedo.
Y pepe? De viaje.
Estiró sus manos y me dijo -300 dólares,
con los mismos guantes del trabajo, y yo que no podía cerrar las piernas aun,
-En mi billetera Sra. siga no más, seguía temblando, adolorida, hinchada.
-Ah, ojo, la criatura estaba bien, dado
que usted tiene el cuello uterino cerrado, por eso no hicieron efecto las
pastillas, no llegaron a entrar nunca, así que deformidad por lo menos no
había.
Deformidad no había, ya no hay nada,
estaba bien, estaba. Me fui en un taxi.