¡Tantos
aeropuertos sin correo, tanto tiempo sin volar! Sin embargo siempre disfrutando
de los minutos en que podemos vernos y charlar, comer, salir corriendo y de
nuevo el más allá...
Te escribo
hoy, desde ese lugar que voy reconociendo como el nido: desde mi mirada y el
silencio, desde el precipicio de mis lágrimas, desde un horizonte negro, y cómo
vuela la vida, cómo huyen las manijas pisando nuestras huellas!. Me ocupa el
corazón, la cárcel de mis besos y que poco a poco voy sintiendo el umbral de
los “no sueños”.
Qué triste
dirás que soy o que estoy y yo te contestaré… que lo suficiente. No logro
entender con mi alma tantas pérdidas, tan variadas y profusas, tan sin tregua
cada una, no llego a comprender la última y ya se acerca otra! y es que
simplemente ya no puedo asir en mi corazón a mis afectos y se marchan de él a toda carrera y sin mirar atrás, sin darse cuenta me dejan y
abandonan sin saber que es a mí a quien arrojan al camino, a los pies de la
tiniebla súbita y feroz.
Solo puedo ya contener la
levedad del aire, el que puedo respirar acompañado de este inmenso desamor,
desnuda como una cebolla voy perdiendo mis vestidos y veo con pena enorme como
el corazón se me ha partido y me miro desde adentro con los ojos del dolor.
Te pintaré una tarde bella y
te la mandaré por el río, para que sentada en cualquier patio reconozcas que es
mi nave. Lameré las heridas que me he hecho y espero sanar para salir de este
silencio, pisar el sol y entregarme al viento.
Todo amor, toda flor y toda
herida, se lleva en esta vida sobre el pecho, como condecoración por tanto
muerto, pétalos abandonados de flores impares y redondas, ríos invisibles de
lágrimas heladas, que solo nos permiten saborear los dulces granos de las
arenas amargas, ve ligera y besa el mar, ese el del Sur que tanto amo.