Nena-Crisálida-Bruja
(Sabiduría
paeciana)
Atravesábamos
con pereza la noche y era una conversación electrónica, común y, sin mayores
expectativas, normal. Solís había recordado el nombre de Alexei en uno de los
veinticinco o cuarenta "estados" que tenemos por costumbre enviar en
una sola jornada y en detrimento de cualquier avance tecnológico y de las
telecomunicaciones, como si en el fondo deseáramos saturar el sistema, y
consultaba algún aspecto acerca a la sabiduría de nuestro desaparecido amigo en
torno a las mujeres. Por esto, aporté con el nombre de esta breve leyenda y
Salomón recordó al respecto que los miembros del "Club de Bogart"
tenían por deber la divulgación de esta verdad. Y es lo que pasaré a realizar a
continuación, mientras imagino y libero de su misteriosa prisión la voz de mi
antiguo maestro y amigo.
Al
principio de la relación y cuando nada puede ser más maravilloso en este mundo,
nuestra media y desconocida naranja recibe el fascineroso, comedido e ilusorio
nombre de "Nena".
En
cuanto nuestra relación va madurando, crece, unas veces en confianza e
intimidad, otras en certeza y dependencia, la cuestión es que Ella también
madura y crece secretamente alimentada en el interior de un mágico capullo, ya
fuere por nueva y abundante substancia transmitida en ejercicios realizados
para saciar delirantes sentimientos y sueños en común. Pues, molecular y
orgánicamente cambiados en totalidad, nuestros cuerpos simples ya no son
capaces de contenernos en capacidad, de entrega, desprendimiento y generosidad:
cierta sed insaciable de compartirnos a nosotros mismos con nuestro descubierto
ser amado.
Y
un día cuando ya ha terminado de succionarle la miel del espíritu y la
voluntad, como la muerte revelada, extiende las alas destrozando la crisálida,
las apariencias y el engaño, para que solamente salte la evidencia de la
verdad, y no eres más que un relativo oligofrénico del amor.
Impedido
el hombre de encontrar por sí mismo nunca más en la Tierra un sendero por el
que dirigirse solo o con nadie más que Ella otra vez, obligado a que Ella lo
vaya guiando y escoger por él lo que más le convenga y lo que es por su bien,
se ha de condenar a bailar sobre y beber de sus generosas, sabias y rígidas, casi
cálidas palmas, por toda la eternidad o lo que te reste en sus caprichos y
existencia "a través de esta vieja y querida superficie".
Un
pequeño reloj de arena había determinado la fugacidad de aquel estremecedor y
encantado instante, registrado esta vez en la página. La voz volvió a penetrar,
suavemente, por el rincón por donde también se escurre el agua en el ensueño.
Equinoccio
de 2019