Hélie Lug / Infancia - El lugar de las aguas - Lección de astronomía




Infancia
(fragmento)

El pequeño baúl de nogal
guarda postales que llegan del otro lado del mundo
las cartas de los hijos ausentes
escritas en papel azul violeta
y que, de tarde en tarde,
la madre lee a viva voz
a los hermanos.

Es la última de las estaciones invernales
y el zumbido
de los ventiladores disuelve en haces frescos
los coagulados calores del invierno.
La lluvia-el lodo-los insectos
han tornado en atmósfera continua
 el espacio habitado de las almas.
Placentario e indivisible,
-único-
su iridiscente fluido cósmico
riega un jardín de diatomeas inmortales.

 Hogar perenne desde el amanecer hasta las sombras
 en donde
derramarse de aromas y sonidos lo es todo:
el café que se tuesta en la gran paila y forcejea
con narcóticos dardos de mangos y de marañones.

El silbido del afilador de cuchillos
que dibuja oquedades por la calle sombreada
mientras el pescador descalzo hiende
un monstruoso rodaballo en el porche.

Ritual gigante del almuerzo y las visitas fraternas,
fabulaciones, humos
y altas teorías para la sobremesa.

La música grabada en cintas
es cabellera de medusas
gravitante sobre la azotea.

Fanal de vibración magnética o abra sinuosa de cálidas mareas,
originaria de arenas y salinas
la casa solariega
 vaga vertiginosa  ahora
en la memoria náufraga.



                                                             El lugar de las aguas

                       Ajena  ya

      en la furia de la des-pertenencia  sobrevives al fiasco de la especie
En tu gramínea suerte y gritas                                                 a lo Alto
Para ordenar un caos predecible.

El tiempo se adelgaza
Azota los ventrículos de impredecibles y accidentados oleajes.

Las esferas solares agostan la materia de tus glándulas
Y frente a al horizonte  llamas al Todo Compasivo
Por el nombre cifrado
Que nutre al tuyo en golfos cálidos bajo su lengua pura.

Camino al río entre las nubes
  Perro negro al otro lado de la orilla, nada me es ajeno.

Bebo el agua plagada de fósforos y de algas con las pezuñas hundidas en la arena.

Recojo berros en la orilla para nutrir la savia de mi prole

Que cultivaré -hoy más callada- a la sombra del duraznero

 En el parche de tierra que me queda en préstamo.

 ¡Ah!,  la roca del redil

-Faro y balsámica resina-

Yace oculta bajo las natas de las amplias coagulaciones del ensueño.

¡Qué queda sino
Escarbar con nítido furor!

Hozar en pos de luz
Tras su aroma de vendavales y de atmósferas. 
  


Lección de astronomía

En la cocina oscura

Doscientos años bajo el sello  de Salomón en el artesonado

Ante la mirada solitaria de los gatos

Giras tu luz ingrávida.

Estrella yo
Tú, Tierra.

Sobre los ladrillos gastados
Los planetas salen en fuga hacia la huerta de naranjas.