Carlos Luis Ortíz / Laderas





Aparecí en los ojos que habían muerto, fui creando una casa que subía lenta, como sube la memoria a los tejados donde nada queda. Allá donde la única posibilidad de vivir es imaginando laderas, la materia dura de un árbol, o el fantasma que fui. Tuve anclas que agarraron mi pecho y dentro de él fueron colapsando las islas, los mares helados, las fuentes turbias donde bañé a mis antiguos cadáveres, todos en uno mismo, yo, en uno mismo. Recuerdo la resurrección de mi abuela cuando tomaba el sol y como en sus piernas dolidas se acostaban los años cuarenta, el sol de enero, el nacimiento de sus hijos en el temblor del cuerpo, y esta ciudad que no cesa, que no para, que es un alimento del nervio, de la carrera del tiempo en la espalda que a veces duele, que a veces necesita de un universo donde acostarse.

(Extraído del libro inédito Memoria y Vértigo)