a Ana Cecilia Dávila Vázquez
y Darwin Vaca
Quedaron una noche
junto a la bodega que guardaba remedios
y males.
Se presentaron. Consumo
selecto de pastillas y líquidos inyectables.
El amor brebaje para
engañar al paladar y hacernos creer que estamos sanos. El amor brebaje para
engañar al paladar y hacernos creer que estamos locos. Hacernos. Creer.
El amor es una
inyección y ya no duele.
El amor ni se discute
ni se ataja ni arriba.
La pareja baila sin
tocarse como esperpentos como fantasmas poseídos
por las drogas
consumidas. Son minutos de música punk. Se mueven fuertemente y a ratos caen al
suelo se levantan se pasean por la habitación sin mirarse cada uno en su propio
vuelo. Suena la canción El Lobo de Sal y Mileto. Caminan por los pasillos del
hospital.
Aquí no ayuda el galeno
ni el administrador
menos aún tu compañero
de habitación o quien limpia y resguarda.
Lidera el desorden
organizado en turnos y papeleos inhumanos.
Dictadura en dolorosa
pesadez y anonimato.
La máquina como galope
furioso pinchazo tras pinchazo en el cerebro
se queda el rock
colgado.
Nadie nos ha dicho cómo
vivir.
Nadie nos ha dicho cómo
morir.
Nadie nos ha dicho cómo
sobrevivir.
Nadie nos ha dicho cómo
amar.
En el hospital de la
Santa Bendición Libérrima
es el señor director
quien no está cuando lo necesitan.
Necesita y lo consigue.
Sin nunca estar.
Sin nunca estar sin
nunca estar sin nunca estar
reparte bendiciones
recoge donaciones
se alista para despedir
al moribundo mientras
atesora una fortuna en
este mundo
hay que ver al señor
director por la calle
para comprender
que está
sin nunca estar
sin nunca
sin nunca estar.
La no-historia
comienza y termina en
los cuartos y pasillos del antiguo hospital
cuyo frente ha sido
remodelado y pintado
resuena una vieja
cisterna cada noche
aporta a la pestilencia
de aquel barrio central.
Vanessa no huye
recoge sus pasos y se
atreve a lanzarse a experiencias
líquidas. Ha dejado su
habitación de hospital (cuatro camas cuatro convalecientes) cuando unas mujeres
han pretendido convertirla en eco religioso de imploración plural uniforme y
vacía.
Jota permanece en la
bodega
olvidada por la nueva
administración. Ha escapado de los payasos falsamente alegres y optimistas que
confunden
la sanación con chistes
malos y una actitud vacua
alzar los brazos y reír
como estúpidos para mejorar. Odia las narices rojas. Ambos se encuentran en la
bodega. Los empleados ya no se empeñan en controlarlos.
VANESSA. El alcohol es
de las pocas vulgaridades…
JOTA. … que nos
permitimos.
VANESSA. … de las
pocas…
JOTA. … que nos quedan…
VANESSA. … después de
cada sesión de terapia…
JOTA.
… terapias rutinarias…
VANESSA.
… face to face
JOTA.
… the end.
Desde el intenso
espacio
en el que nos
encontramos
incluso para irnos
jamás para partir.
VANESSA. ¿Qué se siente
no sentir la mitad del cuerpo?
JOTA. ¿Qué se siente
sentirla?
VANESSA. Como el amor
ambiguo de los padres. Como la sensación del latir de úteros extraviados en
algún lugar incierto.
JOTA. Como la mujer que
allá afuera decía que permanecería conmigo que me llenaría que podía confiar y
creer para luego limitarse a una obsoleta presencia.
VANESSA. Siempre en
tiempo potencial.
JOTA. Pretérito.
VANESSA. La realidad es
un caramelo masticado al unísono.
JOTA. Una línea bárbara.
VANESSA. Conversión de
los exilios.
JOTA. Simulacro de
aquel día.
VANESSA. Colibrí recién
nacido. El poema es la repercusión de sucesivas muertes.
JOTA. Una idea
política.
VANESSA. ¿Política
racional mercantil baja carroñera altiva y soberana?
JOTA. Solo política:
quememos este hospital.
VANESSA. Envenenemos la
comida.
JOTA. Castremos al
director.
VANESSA. Hagamos una
colecta.
JOTA. La realidad es un
hospital.
VANESSA. No huir de uno
mismo.
JOTA. Nuevas recetas.
VANESSA. O una rifa.
Desvarío tiempos
dosis para pintar el
cielo
y la lluvia.
El columpio cruelmente
luminoso.
El miedo no es a no
estar sino a no sentir que se ha estado.
JOTA. La única guerra
válida es la que se da contra uno mismo.
VANESSA. Trascendiendo
en la miseria.
JOTA. Cabreados.
VANESSA. Danzando.
JOTA. Furiosos.
VANESSA. Insanos
insalubres ilegítimos adoradores de banderas.
JOTA. Maradona es como
dios…
VANESSA. … malévolo.
JOTA. La maldad es la
parte verdadera de la pérdida del conocimiento que es vivir.
VANESSA. Fuera de
experimentos y contemplaciones formales.
JOTA. En una pared.
VANESSA. En una letra.
JOTA. En una palabra.
VANESSA. Hubo.
JOTA. Uve.
VANESSA. Letras…
JOTA. … juntas…
VANESSA. … no hay. Uno
es sus partes.
JOTA. Como parte
policial tal vez como apunte de fracasos.
VANESSA. O parte médico
en la sucesión de caídas y asfixias.
JOTA. … parte que se
parte.
VANESSA. Ser parte de
lo que ya no es sino solo en la imaginación que es la causa y consecuencia de
algo indefinido.
JOTA. Parte de los que
se comen las uñas.
VANESSA. De las que se
jalan el cabello o se lo jalan a otras infelices.
JOTA. A ratos parece
que el espacio fuera todo y se parte la vida en pedazos.
VANESSA. En pedazos que
a nadie le importa ayudarte a rearmar.
JOTA. Mejor será
abandonar la esclavitud del cuerpo para verlo desde afuera.
VANESSA. Mi abuela
decía que la experiencia surge de un punto silencioso de algo que te dicta el
cuerpo sin palabras como impulso heredado como si fuéramos guerreros de antaño
cuando no había nada material y la naturaleza era hogar hostil y cálido a la
vez. La verdadera experiencia no sucumbe con el silencio más bien nace en él y
se expande hasta hacerse música.
JOTA. Música.
Silencio de hormigas
escalinatas y puentes.
Silencio de dios
contemplando sus ficciones amparado en su diestra. A Jota nadie lo ha visto
hoy. Ha desaparecido.
Silencio de la
angustia. Azar que cabe en el vicio. El vicio: incierta calidez sin discurso.
VANESSA. Solo el que
está muerto no se queja. O sea… Señorita
enfermera le hago una pregunta. ¿Debido a qué padecimientos he permanecido
encerrada en este sanatorio? ¿Me lo podría explicar?
Desde el intenso
espacio
en el que nos
encontramos
incluso para irnos
jamás para
partir.