Publicación en Chile sobre "Hermano sol Hermana muerte" poemario de Marcos Rivadeneira




Después, la densidad

Por Ariela Córdova Herrera

Editorial: El ángel editor



Fue necesario afectarse y luego hermanarse a la vitalidad del sol a lo permanente de la muerte.
Sospechar que algo nos recorre por igual.

Con cada muerto, la muerte es nueva.

El sepultado se hace urgencia del recuerdo, así intuyo que germina este poemario.

El corazón es huérfano hasta que encuentra a ese otro que es el amigo-hermano,
para no volverse a pensar sin morada,
es todos los amigos o amigas entra
ñables “mi aliento yace en tu aliento”.

“terminó la danza amigo,
termin
ó la noche, hermosamente nos recuerda la caducidad,
pero este muerto habita un lugar, no lejos
porque el amor es la dimensi
ón diáfana que experimenta nuestra sombra
en la conciencia.
Este dolor no ciega, va se
ñalando momentos de presencia.

“Se huye de la muerte toda la vida”. Huir nunca es tal, pedaleó hasta sus brazos, otras y otros navegan, caminan y hasta la esperan. Con ella caducan todas las condiciones. Pero sí, vivir es su antagónico.
Es un t
ópico. Los vivos se afectan con la muerte,
con esta hermana que no gusta de objetos, y si de la semilla.

Esta forma del amigo muerto estremece, me estremece. Y me pregunto por qué no se refleja en el agua y los espejos el padecimiento cuando nos atraviesa el sin vida de alguien nuestro, si los sentidos nos dicen que no hay más, que desde aquí y en esta superficie no habrá más voz ni abrazos, no más despedidas ni licores, solo él esta vez, y muerto, no ausente.

“¿te gusta la música? El hablante lírico pregunta porque sabe la respuesta. En el silencio del amigo muerto está la morada de lo palpitante, él es la música que oye, el tacto que añora. En adelante todo será recapitular.

“Los hermanos los amigos tampoco se escogen.
son los que est
án cerca”. No se escogen a conciencia de lo corpóreo, es cercanía de lo hondo.

“¿Dónde se guarda el amor
sino en corazones ajenos?

Tanto de nuestras vidas queda entre las amistades, que a la hora de sus muertes algo nuestro se queda callado, y lo que pensamos es en nunca olvidar que en paralelo ocupamos lugares que nos cedimos, abrazos en los que este y el otro coraz
ón se alcanzaron.
¿Qu
é nos queda cuando el corazón donde residíamos ya no es más arca navegante y, en la nueva condición le somos indiferentes? La hermandad.
El hablante l
írico quiere convencerlo, por esto escribe:
“Ven a vivir conmigo.

duerme aqu
í un tiempo
hasta que te mejores.
Con esa herida no podr
ás.

Sobre la esperanza y la confirmación fraternal, nunca resignación: “El amigo nos respira o nos respiramos
despu
és de muertos,
se convierten en plantas y en alimento
luego seremos uno solo, Nosotros Mismos
y nuestras c
élulas desprendidas truecan en polvo
depositadas como tierra sobre l
ápidas rondadas
entonces podremos cargar el cad
áver.

“Después el silencio. No puede ser otro, los muertos se mudan al silencio y desde allí no tendremos más noticias.

Ese alguien, durante la lectura de este cuerpo poético se convirtió en mi dulce amiga muerta, amé lo que recibí de este único poema (al parecer) que compone este precioso libro de sensaciones inmediatas.

Aquí no hubo huellas de oralidad, hubo poesía, escritura que detenta lo sentido.