El hospital psiquiátrico
Los
pasillos murmullan tristezas y dolores
yo
me juego la vida con la muerte;
ellas
duermen mi alma y mi mente, con alimento nauseabundo y medicina para la locura.
Una
anciana se masturba en la hora de visitas,
el
paralítico que la contempla, no puede tener una erección
las
enfermeras los miran con morbo.
Al
ingresar, me quitaron los cordones de los zapatos, mi libreta y mi pluma,
me
habría ahorcado con los cordones,
escrito
poesía lúgubre para resistir con mi pluma.
Añoro
volver a las calaveras de mi cuarto que por las noches me hablan
pensar
tanto en la muerte, me convierte y trastoca –en poesía pura-
Tengo
tantas formas de suicidarme estando viva y continúo:
Escribiendo,
escribiendo, escribiendo…
–No tienes salida-
Muérete
sucia ramera y ya no escribas, ora mucho, ora pronto:
Se
acerca tu hora ¡perra pecadora! ¡perra ardiente!
eres
perra y por eso haces arte – muérete-
Los espectros
Un
extraño me habla por las noches
su
voz irrumpe en medio del sonido de la muerte.
Me
encuentra casi siempre insomne a las tres;
intentando
recoger los malos pasos de mi conciencia.
Detrás
de la cerradura de metal y de mi mente
suena
un violín y canta.
Y
las arterias se estremecen, la soledad no duele.
Golpea
mi conciencia y me deshereda
me
despoja, se va y se queda.
Todo
lo persigue, muy de madrugada.
Las
mariposas hambrientas de mi corazón
a
veces comen un poquito de su mano;
Algunas
enferman y mueren -las lloro-
otras
se encarnan en ideas -las escribo-