Rocío Silva




HUMBERTO VINUEZA, POETA

Humberto, hoy que usted ha partido hacia el poniente, ya no podrá salir de ese lugar exclusivo e imperecedero en la memoria de quienes tuvimos la alegría de compartir con usted- entre versos y devaneos filosóficos- esos amaneceres tomados a mansalva. Era que nos bebíamos el tiempo y los motivos de vida, entrecortados por metáforas y descarnadas alegorías.

Usted Humberto un excelente mono guayaco –nacido ahí, en los albores de los años cuarenta- Usted que se enraizó sin miedo alguno en Quito; se hizo a sus aguaceros y en sus soles alevosos, esperó cualquier crepúsculo para amasar con vehemencia la antipoesía, porque esa luz de mayo-68, lo había inundado de bríos, para que en un desvelo  cualquiera entre la neblina que envolvía las calles silenciosas y las casas timoratas de ese Quito que lo acogiera sin miramiento alguno brotara ese canto de resurrección onírica : UN GALLINAZO CANTOR BAJO UN SOL DE A PERRO.

Usted Humberto, que cuando deambulaba por la Facultad de Artes en la Central, en la búsqueda segura del amor certero de Sonia Casares, sabía que ya nunca más el verso ecuatoriano dormiría a pierna suelta entre los romanticismos heredados de la ausencia. Tenía incorporada a su alegría esa poesía irreverente, alzadora de hombros, malparida que rompió con esa pasividad de un protocolo taciturno.

Usted Humberto, en una de sus visitas a Ambato, donde siempre se lo esperaba con esa misma emoción con que se espera al aire límpido del humilde muelle, cuando se ha frenteado con la muerte en lunas de lunas, mientras el desasosiego nos había hundido en barcos silentes; nos confesó de reojo y a media voz, que había estudiado en la URSS. Sinceramente no recuerdo el título alcanzado, pero era en alguna cuestión técnica. Desde ese momento creció mi admiración por Usted, ¿Cómo hizo para qué el acero deje libre al gallinazo?, ¿Por qué usted Humberto, pudo como pocos conjurar la sentencia del verso en rebelión continua? Su risa y mirada profunda de límpido poeta la tengo aquisito, cerquita de ese péndulo llanto-ira en que los escenarios políticos nos colocan sin piedad alguna.