Boris Idrovo / El parte



Llego al ex-penal, a mi primer día de trabajo y a mi primera entrevista con el propio jefe de guías. Su oficina, la jefatura de guías, obvio, es un espacio bastante pequeño, en el que dos escritorios muy juntos permitirían suponer afinidades, intimidades y chismes entre los “compañeros” de turno. Sobre las mesas, pequeños archiveros atiborrados de papeles, y en el de la izquierda un teléfono bastante desvencijado. Me generó cierta curiosidad el que no hubiesen sillas en frente de los escritorios. Luego comprendería que, como la mayoría de las personas que llegaban a la jefatura eran presos que querían solicitar alguna cosa, el no permitirles sentarse implicaba, en primer lugar, un ejercicio que intentaba mostrar la superioridad y el poder de los guías sobre el solicitante, y en segundo, que no deberían demorar demasiado en la “visita”.
Conmigo, imagino que por ser colega, hicieron una excepción. En el momento en que ingresé, el jefe de guías, mientras reposaba tranquilamente en su escritorio, ordenó a uno de los presos que ahí estaba que me trajera una silla. Una vez hecho esto, y ya acomodado, después de verificar mis generales de ley, escuché las siguientes recomendaciones:
—Que nunca lleve plata en mi trabajo, porque “estitos son unas fichitas”. (Esto lo dijo señalando al preso que me había traído la silla, quien se quedó escuchando la conversación, me imagino que por curiosidad).
—Que, por eso mismo, nunca les de plata para nada.
—Que a la primera que me falten al respeto, les dé no más palo sin miedo.
—Que a los que encuentre chumados les dé también el mismo palo.
—Que lo mismo a los maricones...
Pero, justo cuando terminó de pronunciar la palabra “maricones”, sonó el teléfono interrumpiendo la punitiva arenga del jefe, quien molesto ordenó al preso que conteste el aparato.
—¡Contesta el aparato, ve!
El “Mopri” —luego me enteraría que así le decían a este personaje— en efecto contestó el teléfono, y muy educado él, con voz de locutor, dijo:
—Ex penal García Moreno, buenas tardesss.
Al otro lado de la línea, se escuchó claramente una voz chillona que preguntaba por el guía Domínguez. El “Mopri”, dejó el teléfono sobre el escritorio, y caminó los dos pasos que lo separaban de la puerta. Una vez ahí, gritó, a voz en cuello:
—“Domíngueeez, ven a contestar el teléfono que te llama tu moza”. Dos segundos después, en vista de la carcajada general que produjo la llamada, envalentonado el “Mopri” pegó otro grito:
—“Apurá ve, que tu moza te llama”.
La carcajada y la cháchara se prolongaron unos segundos más. Mientras tanto, Domínguez, que estaba de guardia en la puerta de ingreso, llegó, y luego de echar una mirada furibunda al “Mopri”, y a todos los que allí estábamos, tomó el aparato. Solo alcanzó a pronunciar el ritual “aló”, y no dijo más. Verborragia que debió parecerle interminable se escuchó al otro lado, hasta que Domínguez, agobiado por la vergüenza y la rabia, la cortó con un “en la casa hablamos”, para colgar inmediatamente.
—¡Tonto, careverga¡ era mi mujer— le dijo al “Mopri” mientras le asestaba un furibundo manazo en la espalda, a la altura de los riñones. El interno se dobló del puro dolor, y medio contorsionado decidió tomar las de Villadiego, para evitar mayores castigos. Despacio, y al primer descuido, casi sin hacerse notar intentó esfumarse de la jefatura, cosa que no le fue permitida por Domínguez, quien inmediatamente lo envió a la “Sala de Observación”, para que allí espere el castigo pertinente...
Este incidente daría por terminada mi primera entrevista con el propio jefe... Algún tiempo después, mientras revisaba los partes entregados por mí y por mis compañeros me encontraría con este de Domínguez, dirigido al Director, en el que se relataba la historia:

“Pongo en su conocimiento, Señor Director, que el día de hoy, siendo aproximadamente las 10 de la mañana, encontrándome de servicio en el puesto de la Puerta Principal, escuché desde el interior llamadas insistentes para que me acerque a contestar el teléfono, al ingresar a la oficina de la Jefatura de Guías, me encuentro con la novedad que el interno llamado “Mopri” textualmente decía a gritos lo siguiente: DOMÍNGUEZ CONTESTA EL TELEFONO QUE ES TU MOSA” por reiteradas ocasiones. Considerando esto una falta de respeto no solamente a mi persona como autoridad del Centro, sino también a la persona que realizaba la llamada telefónica que en este caso se trataba de mi señora esposa con quien me creó un malestar de consideración. Asunto este que fue motivo para ser conducido hasta la Sala de Observación en espera de una sanción drástica a este interno que tiene la costumbre de tratar de una manera por demás soez y sin el más mínimo respeto al Personal de Custodia y Vigilancia. Particular que doy a conocer para los fines pertinentes.”