Llego al
ex-penal, a mi primer día de trabajo y a mi primera entrevista con el propio
jefe de guías. Su oficina, la jefatura de guías, obvio, es un espacio bastante
pequeño, en el que dos escritorios muy juntos permitirían suponer afinidades,
intimidades y chismes entre los “compañeros” de turno. Sobre las mesas,
pequeños archiveros atiborrados de papeles, y en el de la izquierda un teléfono
bastante desvencijado. Me generó cierta curiosidad el que no hubiesen sillas en
frente de los escritorios. Luego comprendería que, como la mayoría de las
personas que llegaban a la jefatura eran presos que querían solicitar alguna
cosa, el no permitirles sentarse implicaba, en primer lugar, un ejercicio que
intentaba mostrar la superioridad y el poder de los guías sobre el solicitante,
y en segundo, que no deberían demorar demasiado en la “visita”.
Conmigo,
imagino que por ser colega, hicieron una excepción. En el momento en que ingresé,
el jefe de guías, mientras reposaba tranquilamente en su escritorio, ordenó a
uno de los presos que ahí estaba que me trajera una silla. Una vez hecho esto,
y ya acomodado, después de verificar mis generales de ley, escuché las
siguientes recomendaciones:
—Que nunca
lleve plata en mi trabajo, porque “estitos son unas fichitas”. (Esto lo dijo
señalando al preso que me había traído la silla, quien se quedó escuchando la
conversación, me imagino que por curiosidad).
—Que, por eso
mismo, nunca les de plata para nada.
—Que a la
primera que me falten al respeto, les dé no más palo sin miedo.
—Que a los que
encuentre chumados les dé también el mismo palo.
—Que lo mismo
a los maricones...
Pero, justo
cuando terminó de pronunciar la palabra “maricones”, sonó el teléfono
interrumpiendo la punitiva arenga del jefe, quien molesto ordenó al preso que
conteste el aparato.
—¡Contesta el
aparato, ve!
El “Mopri”
—luego me enteraría que así le decían a este personaje— en efecto contestó el
teléfono, y muy educado él, con voz de locutor, dijo:
—Ex penal
García Moreno, buenas tardesss.
Al otro lado
de la línea, se escuchó claramente una voz chillona que preguntaba por el guía
Domínguez. El “Mopri”, dejó el teléfono sobre el escritorio, y caminó los dos
pasos que lo separaban de la puerta. Una vez ahí, gritó, a voz en cuello:
—“Domíngueeez,
ven a contestar el teléfono que te llama tu moza”. Dos segundos después, en
vista de la carcajada general que produjo la llamada, envalentonado el “Mopri”
pegó otro grito:
—“Apurá ve,
que tu moza te llama”.
La carcajada y
la cháchara se prolongaron unos segundos más. Mientras tanto, Domínguez, que
estaba de guardia en la puerta de ingreso, llegó, y luego de echar una mirada
furibunda al “Mopri”, y a todos los que allí estábamos, tomó el aparato. Solo
alcanzó a pronunciar el ritual “aló”, y no dijo más. Verborragia que debió
parecerle interminable se escuchó al otro lado, hasta que Domínguez, agobiado
por la vergüenza y la rabia, la cortó con un “en la casa hablamos”, para colgar
inmediatamente.
—¡Tonto,
careverga¡ era mi mujer— le dijo al “Mopri” mientras le asestaba un furibundo
manazo en la espalda, a la altura de los riñones. El interno se dobló del puro
dolor, y medio contorsionado decidió tomar las de Villadiego, para evitar
mayores castigos. Despacio, y al primer descuido, casi sin hacerse notar
intentó esfumarse de la jefatura, cosa que no le fue permitida por Domínguez,
quien inmediatamente lo envió a la “Sala de Observación”, para que allí espere
el castigo pertinente...
Este incidente
daría por terminada mi primera entrevista con el propio jefe... Algún tiempo
después, mientras revisaba los partes entregados por mí y por mis compañeros me
encontraría con este de Domínguez, dirigido al Director, en el que se relataba
la historia:
“Pongo en su
conocimiento, Señor Director, que el día de hoy, siendo aproximadamente las 10
de la mañana, encontrándome de servicio en el puesto de la Puerta Principal,
escuché desde el interior llamadas insistentes para que me acerque a contestar
el teléfono, al ingresar a la oficina de la Jefatura de Guías, me encuentro con
la novedad que el interno llamado “Mopri” textualmente decía a gritos lo
siguiente: DOMÍNGUEZ CONTESTA EL TELEFONO QUE ES TU MOSA” por reiteradas ocasiones.
Considerando esto una falta de respeto no solamente a mi persona como autoridad
del Centro, sino también a la persona que realizaba la llamada telefónica que
en este caso se trataba de mi señora esposa con quien me creó un malestar de
consideración. Asunto este que fue motivo para ser conducido hasta la Sala de
Observación en espera de una sanción drástica a este interno que tiene la
costumbre de tratar de una manera por demás soez y sin el más mínimo respeto al
Personal de Custodia y Vigilancia. Particular que doy a conocer para los fines
pertinentes.”