Iveda Hoe Maral / Las tres alegrías del cielo



Sobre la mesa descansan
una es viento cálido nocturno la otra se cobija de nubes
la tercera palpita en busca de luna son tres alegorías
que quieren llegar al mar en desorden y de urgencia
para cantar a la caracola las columnas de marfil
de sueño marinero estival grito
de la mañana blanca y solitaria somos caballos de mar en busca de la piel de sal.
Cobre tu piel
Sed de anaconda
tus copas en verde calculas
ciega despliegas territorios y túneles te enredas con palabras del viento por cada huella en la arena
en costuras de cangrejo y rastros de luciérnaga.
Sin mentir retrocedo la tarde
... dos copas rotas... busco alimento de voces salto charcos de barrio
y la verdad se esconde cuando niño en las garras del oso mojado
decido crecer con antifaz pisando las orquídeas azules en montañas nieblas
... tres copas rotas... huyo de la cantina
pierdo el nombre y billetes
en los cuerpos de cobre se fija la vela con esos talismanes
que se van en vida
en puro hueso arrodillado
para dejarme frágil ante las sombras. 
No sin ruido, las calles maldicen laten tus pérdidas de lengua pues gritan aguas mayores
tu edad de bohemio pasional cristales de ventaja esparcidos dando para ti el color y la brillantez de la mejor palabra de puñal
hace siglos escrita
por esta mano de fuegos
ó venenos últimos de herencia bajo el árbol de cien años
que invita a todos a conversar menos al que los ojos de pirata lo bañaron la piel en cobre .
Lagos y páramos tu rostro
Palmos frescos de hierba relámpagos al caminar
trigo dorado a la boca del viento el desvarío de trinos
al parecer silbo de olas sonrientes en la mordida de la naranja dulce salpican pequeños soles
en las mejillas blancas
de las ceibas.
En la otra orilla
al compás de clavicordio, sino te olvido
será porque el agua tuya
se alimenta de los ojos desnudos de los viajeros desamparados tomas sus almas
y soplas un fogón de corazones.
En lluvia con rayos llaman
a la negra piedra de basalto en lagunas y frailejones donde tus aguas
siguen congelándose esperando la luz intensa
de una estrella
que caiga en tu mirar y ponerte un nombre bella mujer
besar tu cuerpo quiero...
antes de bautizarte entre tú y los otros.
¿Por qué nadie reclama la risa?
Irónico al temple
el caballero de los planisferios en saludo soberano
por generación en batallas comandando fuerzas de territorio en la misma casa de incario
en el dolor de la derrota sobre luz de protocolo
en olor de indios y negros calor repartido
por las calles barrocas cruzadas en esperantos
de crisálidas abiertas
por testimonios de monasterio burbujas que saltan ventanas escupiendo demonios blancos que nosotros en otro solsticio en baile de piedras
no olvidamos la última gota del cacique desmembrado en las hojas de oriente
el hueso mayor en plenitud saltará en escritura amerindia el hermoso brillo de hermano en rostro encontrando al padre
cacique mayor de tu fuerza.
Llega a tocar mi ventana
Con todos los besos alcanza mi pubis
con tu parafraseo de lengua estremece mi pecho
con tu dactilar mano aprieta este falo
con tu rauda cabellera confunde mi fauna
Así, cada día,
hasta terminar en el suelo como animales 
obligados a buscar el noveno orificio declarando al cuerpo
cambio, definitivo orgasmo, obsesión que no esquiva
que tienta la forma de la sonrisa vertical
la caricia que se hace larga, pausada, tranquila flor
para deshojar pétalo a pétalo
tu escondido rincón intocado...
olvidado por las caricias.