Javier Lara Santos / Todos los poemas mienten



Es el frío, ya lo dije,
es la brisa,
sus almenas invisibles,
sus batallas,
sus sombríos y desdentados ángeles de niebla
que no dicen nada.
Este poema es un inmenso país de hielo
al cual vienen a morir los pájaros
sin más religión que el cielo invencible que abrazamos para no morir.
He visto corazones del tamaño de un mamut,
basiliscos admirables en la lengua de una mujer con furia consuetudinaria,
he visto la rabia en el nombre de su sangre,
he visto el fuego, su fuego,
que es una montaña de su sangre
y un pétalo
de la nada
al mismo tiempo.

II
Hemos presenciado el silencio o la sal de la ignorancia.
Apenas caemos y el aire se vuelve armadura.
(Este poema no va de nada. Decía, y miento)
La inocencia de todos los insectos y los pastos verdes.
La sutileza del agua, o la severidad de nuestras religiones
mordiendo el infierno que no es nuestro.
Los puentes que han caído en la vigilia.
La cocina incendiada antes del acto carnal.
He visto, debo decirlo, el beso inconmensurable de una planta
creciendo ante los ojos de su madre.
(Todos los poemas mienten)
El hielo pasó hace siglos,
Tú y yo (cualquiera) seguimos nombrándolo,
como si apenas inventáramos la guerra o la saliva que la nombra,
como si apenas comenzáramos a tener figuras geométricas,
a las que llamamos miedo por no llamarlo dios,
o amor,
o arena caliente en tus senos,
en tus infinitos senos
que han de morir dentro del aire,
como mueren los dioses,
como mueren, para siempre,
las frutas.